En
recuerdo entrañable de Manuel de Cos Borbolla, amigo, camarada
(1920-2017).
“No
se muera vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años,
porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse
morir sin más ni más, sin que nadie le mate ni otras manos le acaben que
las de la melancolía. Mire, no sea perezoso, sino levántese de esa cama,
y vámonos al campo vestidos de pastores, como tenemos concertado.” Sancho
a Don Quijote cuando éste muere.
Al
saber de su fallecimiento, imaginaba que le decía a Manuel aquello de
Sancho a Don Quijote, pero no es necesario que yo quiera decírselo,
siento que él aprieta muy fuerte mi mano, y me dice: “camarada, nos
vamos a tener que ir al monte, conforme están las cosas… deberíamos
ser conscientes de que lo importante es UHP*”.
Manuel,
tenemos que hablar de eso, nos vamos a ir juntos a Cantabria, tú has
recorrido aquellos montes y quiero saber de ellos tanto como pueda. Manuel
se adelantó, se fue a Cantabria, ... y se fue el 26 de Septiembre de
2017.
Conocí
a Manuel hace ya muchos años. Soy …,¿Manuel de Cos eres tu?. Más allá
de los saludos y el reconocimiento de la actividad de cada uno, él, fotógrafo,
vegano, de gran fortaleza física, de hablar musical del norte, conocedor
de la actualidad política general y local del entorno en que vivía. Le
pregunté por sus recuerdos de juventud guerrillera, y en aquella primera
conversación me relató:
Manuel
de Cos: “Yo no fui guerrillero, fui enlace de los guerrilleros. Tendría
que comenzar contando cómo entronco yo con las guerrillas. Yo tuve unos
principios con la Revolución de Asturias. Yo no estaba en Asturias,
estaba en una aldea de Cantabria, a 25 kilómetros de la raya de Asturias.
Recuerdo
que un día estaba comiendo para ir a la escuela y me dijo mi padre:
“Hoy no vayas a Barcequiné”. Barcequiné era un invernal donde mi
padre tenía las vacas, mi obligación al salir de la escuela era ir a
ordeñar una vaca y llevar la leche al cuartel de la Guardia Civil. En
aquella región el único que vendía leche era mi padre, los demás tenían
sus provisiones de sus ganaderías, y mi obligación era que al salir de
la escuela ordeñase y llevase la leche al cuartel.
Mi
padre me dijo: “No vayas hoy a Barcequiné sin antes ir yo”. Pero me
olvidé y salí de la escuela como siempre a cumplir con el trabajo. Me
encontré todas las vacas en la puerta esperando que llegue el vaquero
para meterlas, había una más noble que era la que yo ordeñaba.
Tenía
yo 13 años, 14 años. Y cuando me pongo a ordeñar la vaca, arriba en el
pajar siento unas pisadas, cosa muy rara porque en Cantabria, en la
cornisa cantábrica, yo no conocía zapatos, los zapatos no se conocían,
eran escarpinillas, albarcas, y el escarpín es muy suave, no se
siente.
Al
sentir unos pasos de unas botas me sobresalté y dejé el caldero bajo la
ubre de la vaca. Salto a la puerta y me quedo observando, porque vi que
bajaba por la escalera, había una separación de unos tabiques, no eran
tabiques eran unos zartos, la separación de las cuadras, y observo que
sale un hombre alto, en mangas de camisa, y en la cinturilla al lado un
arma. Si yo nunca había visto un arma más que los fusiles de la Guardia
Civil, los correajes amarillos aquellos, los tricornios, pero yo nunca había
visto una pistola, un hombre de paisano con la pistola,…
Entonces,
cuando yo vi aquello, no corría, trotaba como un gamo por un camino hacia
el pueblo, a la aldea, y tuve la suerte de encontrarme en la mitad del
camino a mi padre, que me tapó la boca y me dijo: “Cállate que es un
amigo mío”. Regresé con él a la cuadra, me presentó, y con éste
hombre viví unos cincuenta y tantos días en el pajar.
Nuestra
vida era normal, sin apariencias, lo que había sido siempre, ordeñar la
vaca, ir a la escuela, y siempre la Guardia Civil me preguntaba si había
visto, yo no recuerdo si decían bandoleros, siempre me preguntaban y yo a
decir no por mi padre, denegaba.
Una noche mi padre se fue con el hombre
aquél con el que yo convivía, y mi padre tardó dos o tres semanas en
volver; fueron por las montañas hasta que lo llevó a la frontera, creo
que fue por Pamplona o por ahí.
Tardó dos semanas. Aquél hombre venía
de la Revolución de Asturias. Tardé unos años en saber qué era una
Revolución. Yo había practicado en la escuela y los estudios de la
escuela eran sumar, restar, multiplicar y dividir, y ya estabas apto para
la vida, a guardar ovejas y a las faenas del campo.
Mucho
antes de estallar la guerra mi padre recorrió los cinco continentes del
mundo, navegó por los mares, fue minero, y cuando regresó de América se
afincó en el pueblo de Puentenansa, en un balneario que arrendó, … y
todos los días (aún existe, quiero hacer unas fotos) después de las
faenas del campo, de las gallinas, de las ovejas, las vacas y todas esas
cosas, mi padre en un encerado nos explicaba lo que era el mundo, los
barcos, las ciudades, los trenes y todo eso, yo creo que lo hacía con la
idea …
Siempre le oí que la mejor profesión, la profesión más noble
del ser humano era la agricultura, eso se lo oí yo muchas veces a mi
padre,y
con aquellas explicaciones que nos daba en el encerado creo que lo hacía
para afincarnos a las ovejas, a las vacas, a las tierras, y en mí ejerció
un impulso distinto, yo quería conocer esos barcos, esas ciudades, … yo
que había nacido en una aldea no sabía lo que era un tren, lo que era
… nada, pues a mí me aguijoneó.
Cuando venía de la escuela a mi madre
no hacía más que decirle “¡que me voy por el mundo!”, “¡que me
voy por el mundo!”, y qué se yo lo que es el mundo, y mi madre me
tiraba …, no había cocinas, en el suelo había un montón de leña y
cogía verdaderos troncos ardiendo y me tiraba con ellos a dar porque la
ponía loca, “¡que me voy por el mundo!”, “¡que se lo digo a tu
padre!”, “¡que se lo digo a tu padre!”.
Y tanto llegué a cansar a
ésta madre que un día comiendo dice: “Éste mocoso, que me tiene loca,
que se quiere ir por el mundo”; al recordar esto hago honor a mi padre,
porque en aquella época los padres o te daban una bofetada y te mandaban
a las ovejas, no dijo nada, dos días después me abrió la puerta y a
correr por el mundo. No me lanzó así a la calle sino que él tenía
muchas amistades y megustaría,
quisiera yo tener una fotografía del aspecto que yo tendría al montar
por primera vez en el coche que se llamaba “La Cantábrica”, un coche
de línea que bajaba por la mañana y subía por la tarde por aquellas
montañas hacia la estación del tren en Pesues.
Y al meterme en el tren
yo no sabía dónde iba, iba con mi padre, pero él había hablado con
amigos y ya me había buscado una colocación en Cádiz. Por el camino
recuerdo que vomité, recuerdo que en aquella época todo el mundo se
mareaba, el olor simplemente de la gasolina producía mareos y vómitos.
Al llegar a la estación, en Pesues hay un túnel, estaba con mi padre en
el andén y veo por un agujero, por un túnel, salir un aparato con una
chimenea, chu, chu, chu, me agarré a mi padre y observé aquello que era
el tren Oviedo-Santander por la línea esa de vía estrecha.
Me
metí en el tren, en el tren venía un amigo que era de Meroyo, bajaba por
la línea de Potes. Y nosotros bajábamos por el Nansa a Pesues, aunque
está muy cerca una línea de otra, allí me presentó y me entregó. Tres
días después de esto desembarcaba yo en Cádiz, con ese amigo.
Recuerdo
que me quitaba con la mano la carbonilla de los ojos y del cuello, porque
en aquella época el aire metía el carbón en el tren, en los ojos,…
En
Cádiz me puse a trabajar en un establecimiento donde había cinco
dependientes, se llamaba “El recreo de Merino”. ¿En “El recreo de
Merino” qué función era la mía?, era el chicuco, eran cinco
dependientes internos, el trabajo allí era como el de las criadas, no sé
cómo son las monjas, pero de allí no salía nadie. ¿Qué misión me
encomendaron?, pelar patatas, tirar orinales, hacer las camas, matar
chinches, los platos y todas esas cosas, y cuál no sería mi sorpresa de
la libertad que yo tenía en las montañas a verme encerrado sin ver el
sol ni nada, yo me encontré enjaulado: ¿ese era el mundo que iba
buscando?. El mundo que me había pintado mi padre no era ese, era otra
cosa que yo me había pintado y no pude plasmar en mi vida en Cádiz.
Hablo del año 34-35, estuve un año en Cádiz. Cuando yo escribía a
casa, entonces había un tintero y una pluma que aún hoy utilizo, como
lloraba y las lágrimas caían y se corría la tinta, no recuerdo si mi
padre al observar esas cartas comprendía porque estaban tan emborronadas.
Permanezco
en Cádiz creo que un año. Yo que venía de la libertad estaba enjaulado,
me sentía comprimido en aquel establecimiento. Recuerdo una cosa que caló
en mí, creo que algo influyó aquél hombre que se guareció en el pajar
conmigo.
En
el establecimiento había un mostrador y las mercancías, el arroz, los
garbanzos, todo eso estaba aparte, en un sitio que era como una bodega y
daba a una calle, la calle Cervantes y Sagasta, hacía esquina, y allí
“El recreo de Merino” tenía una ventana, y en la esquina había un
vendedor de periódicos, ¿pero quién me dijo a mí qué es un periódico?,
qué sé yo si yo vengo de guardar ovejas, aquél hombre que vendía periódicos
los voceaba y sé que decía“¡Mundo
Obrero!”, “¡Mundo Obrero!”,“¡Contra la
explotación!”, ¿y yo qué sé lo que es la explotación?.
Pero aquello parecía que estaba ligado a lo que yo vivía en aquel
establecimiento, y todos los días cerraba la puerta con un cerrojo y así
el tiempo que duraba el vocear el periódico, la venta, yo atendía como
un mensaje, un mensaje que me conformaba, sin saber lo que era la
explotación parecía que era lo que me estaba ocurriendo.
Así
transcurren unos meses y de los cinco internos que había le dije a uno
que se llamaba como yo, gallego, que yo me quería marchar, que a ver cómo
…, y dice, “imposible, hasta que no hagas un año no vas a poder
salir”, y dice, “mira, yo te voy a preparar una coartada, cuando hagas
la limpieza de la cocina y todo lo que tienes que hacer, rellenes las
taquillas de los garbanzos y todo”, yo era la criada última, las camas,
repito, lo que se me encomendaba, el dueño estaba siempre en la caja con
una botella, estaba amoratado, debía estar alcoholizado, la botella le
duraba dos días, “no le despiertes,” me decía mi amigo, “cuando
veas que se despierta y coge el periódico, te acercas y le dices que
quieres ir al cine infantil con el del Alcázar”, porque había un bar
en la otra esquina que era íntimo amigo, “que vas a ir al cine.”
Tal
y como me lo preparó el compañero fui y le pedí que me quería ir al
cine con el del Alcázar. Me dio una moneda en plata de 50 céntimos, la
primer moneda que yo recibí fue de 50 céntimos en plata, y salgo, y yo
iba con el del Alcázar, había un cine que había una sesión infantil,
los críos chillando y chillando, yo estaba desorientado totalmente. En el
cine vi por primera vez “El gordo y el flaco”, y al volver me pidió
la vuelta del dinero, el cine costó 15 céntimos y yo le devolví 35 céntimos.
Aquella
salida influyó en mí y quise repetirla y volví a decírselo al compañero,
pero me dijo, “olvídate, dentro de dos semanas te voy a preparar otra
vez.” Y también me dejó salir, pero aquel día ya no hubo cine. Salgo
andando por la calle, y yo que no conocía las ciudades, salgo andando por
las calles de Cádiz sin saber dónde iba y llego a la calle Ancha, no sé
cómo se llamará hoy, yo iba por donde iba la gente, y veo que en una
calle, que sé que es la calle Arbolí número 5, había un arco, una
puerta alta, y ponía “Casa del Pueblo”, y entré en aquel patio y vi
allí “Sindicato de ...” y me quedé sin entender aquello. Tengo que
reconocer que en aquella época los sindicalistas estaban al servicio de
la observación, y alguien me vio y me preguntó que qué hacía allí,
que a qué pertenecía, y me subió a la oficina y me hizo una entrevista,
me expurgó bien, estuve una hora con él, dónde estaba, de dónde
era,… y yo no sé volver al establecimiento, no se volver y me mandó
con uno para que volviese a la tienda.
Dos
días después de este hecho se presenta. Estaba yo con una zaranda de
lentejas para llenar de lentejas los mostradores, y entró un hombre que
traía en el brazo un montón de sobres azules, y le entregó al dueño un
sobre azul, y se fue, y al poco tiempo me llama el dueño y el encargado,
“¿dónde estuviste tú el domingo?”, “pues en una casa”, “¿y
con quién fuiste a esa casa?”,… otro interrogatorio.
Desde aquel
momento observo que me plantean dentro del establecimiento algo que veo
raro. Aquella carta era una citación al patrón éste, del sindicato. 3 o
4 días después se presenta una persona, me llama y me dice que yo quedo
excluido del sistema interno, que me han buscado una casa donde tengo que
ir a comer y a dormir. Me trataron como mis padres, o mejor que mis
padres. Me hicieron la advertencia de trabajar de las 9 hasta la 1, y
desde ese momento no me dejaron tocar más trabajos, ni más camas, ni más
orinales, ni más nada, un boicot total.
Todo
esto transcurre en un par de meses, y un día se presenta otro individuo y
me dice que por el tiempo que llevo ahí tengo 15 días de permiso, que si
quiero volver a mi tierra. Cuando me dicen eso yo vi, vamos … salgo
huyendo, y coincidió que salí con el del Alcázar, pero el del Alcázar
era más valiente que yo, era de Panes, Asturias, el chaval aquél sí era
más valiente porque … recuerdo que se revelaba más, yo no, yo confieso
que estaba aturdido, él era muy respondón.
Bueno, salimos para Santander
y al llegar a Madrid, en la estación observamos movimiento, había
estallado la guerra, esto fue el 13, el 14, ya había habido movimientos
en Madrid, ya había habido jaleos en Madrid.
Cuando llegamos a Valladolid
entraron ya los falangistas y echaron a todos los hombres fuera del tren,
y nosotros nos metimos en el wáter, y éste chaval cuando fueron a tocar
en la puerta habló como una señorita. El último tren que pasó de aquí
a Cantabria fue este. Metidos en el wáter continuamos en el tren. Cuando
llegue al pueblo mis padres y mis hermanos se quedaron sorprendidos.
Estaba
mi padre segando un prado y por la carretera, como a 25 metros, iban seis
individuos con pistolas al cinto, y le digo a mi padre, “¿pero quiénes
son esos?”, y me dijo “cállate”.
Aquella noche, aquellos
pistoleros, aquellos hombres que llevaban las pistolas, fueron a por mi
padre. No había luz eléctrica había un carburo, no habíamos encendido
el carburo, estaba todo oscuro, yo veía a mi madre y a mi padre hablar y
nosotros cinco hermanos, por allí, “¿qué pasa que es tan de
noche?”. Totalmente en la oscuridad.
A esto ladra el perro y preguntan
por Donato, que era mi padre, y mi madre sale a una ventana y dice que no,
que le estamos esperando, que está en Barcequiné. Abrieron la puerta y
entraron, y mi padre, que estaba, se tiró por una ventana y se escapó,
estuvo por los montes 2 o 3 días hasta llegar a Torrelavega.
Decía que
allí conocía a alguien, y fletó, organizó, cinco coches, recuerdo que
iban con unas chapas, los coches iban protegidos con chapas y con
escopetas, y regresaron al pueblo y cuando llegaron salía yo con un
cogollo de hierva para las vacas, y siento una sirena, todo para mi eran
sorpresas porque la sirena era como los zapatos, por primera vez en mi
vida oía yo una sirena, luego vi unos coches que venían lentos y por las
ventanillas sacaban los cañones de las escopetas, no eran fusiles, eran
escopetas de caza, y veo que pasa uno y se para y en él estaba mi padre y
me pregunta que qué nos habían hecho, le digo que no habían entrado,
que habían registrado pero que se habían ido.
Mi
padre continúa al pueblo de Cosio, que está a 1 kilómetro del lugar que
estoy hablando, del balneario donde estábamos alojados, el propietario lo
había alquilado. Tengo que manifestar que la guerra en Cantabria no se
estableció ni en Santander, ni en Torrelavega, ni en Cabezón, iban a
descabezar a mi padre, iban a por el minero, mi padre, allí empezó la
guerra, en el pueblo de Cosio.
Se
inició la guerra, mi padre se incorpora, fue del Comité de Resistencia
en la retaguardia.
Termina
la guerra. Se rompe el cinturón de Bilbao. Cuando yo me encontraba
observando aquellos hombres que iban en retirada, un ejército en retirada
es monstruoso, los muertos, los heridos, muchos descalzos, …
Y al pasar
un comisario que había me encañonó y me metió dentro del pelotón de
aquellos hombres y me preguntó qué hacía yo allí, no supe que
responder, y me llevó a Puente Nansa. Había otro comisario dando órdenes.
Sentíamos los obuses pasar.
Pregunta qué hacemos con el prisionero, sé
que le contestó “llévalo para casa, no sé”. Cayó la noche y entre
bombardeos y ametralladoras fue terrible. Me quedé en ese batallón y fui
guía con ese mismo que me había detenido por los Picos de Europa, de allí
a la Ermida y llegué a Cangas de Onís.
En Cangas de Onís tenía un tío
en Eléctrica del Viesgo, y allí me quedé 1 año. Mi tío, sospecho que
teme porque los falangistas en Cangas de Onís revisaban a la gente extraña,
por miedo o por precaución me dice que ya habían pasado los momentos más
peligrosos y que me han llamado para la “quinta” y debía presentarme.
Regreso
al pueblo de Rábago, me tallan, y el secretario dice allí, delante de
los que habían ido conmigo a la escuela, que yo no era digno de ser español,
cosa que yo no entendía en aquella época, yo procedía de una aldea de
Cantabria, sin más principios que cuidar la ganadería, guardar las
ovejas, …
Al salir para la estación iba con un amigo que se llamaba
Juan Vigil, y me dice: “Mira Manolo, yo llevo aquí un sobre que tengo
que entregarlo en la caja de reclutas, que es algo tuyo”.
Ni
a Juan ni a mí se nos ocurrió coger el sobre y abrirlo, yo no interpreté
aquello como una amenaza, como una denuncia que se me ponía a mí.
Llegamos a Santander y en la caja de reclutas en el Paseo de la Concepción,
habría unos 2.000 reclutas que se incorporaban, y en una plataforma que
había en una azotea sale un militar, un capitán, y “¡Manuel de Cos
Borbolla!”, “¡presente!”, “¡suba!”.
Al recordar esto parece
que todavía siento las hostias, estuvo 10, 15 minutos pegándome delante
de aquellas 2 mil personas. Lo que yo venía sufriendo con mi escapada en
Cádiz, de aquel hombre que al ordeñar las vacas sentí, todo eso hoy es
el día que no acabo de entender lo que estaba ocurriendo en mi vida.
Me
esposan y me llevan a la provincial de Santander, a la cárcel, y cuando
pasaba por el Paseo Pereda las mujeres, sí, tengo que decir que las
mujeres fueron valientes porque las oía decir “¿qué habrá hecho éste
chaval?”, se metían con el soldado. En aquella época ver un chaval
esposado era extraño. Permanezco en la cárcel aquella pocos días,
quince, diez o así.
Una
noche me sacan y me llevan con más presos a un tren, en un vagón, y me
conducen sin que supiésemos dónde, después supe que era Bilbao. En
Bilbao me sacó la Guardia Civil esposado y me metieron en Escolapios.
Escolapios fue un centro penitenciario donde había 22.000 hombres.
Iba
con la Guardia Civil y en el centro del patio, con aquellas columnas, me
quedé impresionado porque vi caras muy pálidas, con los ojos hundidos, y
yo me quedé como si viese pinturas. Hubo uno que fue a dar los papeles
que traía a la dirección y me meten en la cárcel aquella. Permanezco en
la cárcel hasta mi condena a muerte. Tenía entonces 17 años. Estuve 29
meses, unos 30 meses.
Un día me llaman, me llevan a la Audiencia, había
muchas mujeres, o sea que fue una Audiencia Pública, cosa rara. Si
valientes fueron las de Santander al verme conducido por los soldados las
mujeres vascas eran más, me decían, porque decían, “¡Buen gudari!”
“¡Gudari!”, e insultaban a la Guardia Civil, todo eso me quedó a mí
grabado de la conducción.
Cuando me pide el fiscal la última pena, la
condena a muerte, yo estaba totalmente perplejo de lo que estaba
sucediendo, yo no entendía nada, lo que sí recuerdo es la imagen de
aquellas medallas militares de todo aquél tribunal que me juzgó.
Me
meten en el calabozo de Larrinaga. Son las despedidas que hacían a los
que iban a fusilar, con qué entereza, con qué ánimo se despedían
aquellos hombres, “¡Viva la República!”, “¡Ánimo!”, palabras
que aún sueño muchas noches, aún tengo sueños de rememorar aquellas
vivencias que tuve en Bilbao.
Otro día me sacan, yo no quería salir, me
sacaron a rastras del calabozo, y me llevan en un coche de la Guardia
Civil a la Audiencia, y había otro esposado como yo.
Se sienta el
Tribunal, hacen tres preguntas, y resulta que el expediente mío le habían
mezclado con el de éste porque se llamaba igual que yo, el primer
apellido también era Cos, el nombre también Manuel, pero el segundo no
coincidía, los expedientes los mezclaron y éste hombre había sido
responsable, había estado en el frente, yo no había estado en el frente,
yo estuve con las ovejas, guardando ovejas.
Yo
creo que soy el único español que del calabozo salgo a la calle. Aquel
Tribunal, pienso si aún les quedaba un hálito de humanidad, en
consideración a lo que se había hecho conmigo, que había sido un
error,...yme
dieron entre todos los militares 3 o 4.000 pesetas, en aquella época era
mucho dinero, y me extendieron un documento, una credencial que, entonces
había que andar con salvoconductos, lo supe luego, para andar por el país
cántabro, que fue la última provincia de España que estuvo en estado de
guerra. Y cuál no sería mi sorpresa que al salir a la puerta yo creí
que algo había pasado con la Ley de fugas, en el centro del patio vi un
montón de gente, allí había ocurrido algo, era mi madre que había ido
con documentos, porque había denuncias que pesaban sobre mí de que yo
había sido profanador de iglesias, incendiario, y un montón de
invenciones, y mi madre cuando se enteró de esto, a través de una tal
Fermina, esa Fermina, si yo tuviera dinero le haría un monumento por los
favores que hizo a los presos,... pues mi madre cuando llegó a entregar
los papeles dijeron que yo no estaba, y le dio un ataque porque creía que
me había matado, yo me enteré más tarde.
Tengo
que añadir que el pueblo vasco estaba organizado internamente en la cárcel
y en el exterior, y yo tenía unas chicas por medio de las cuales recibía
ropa y cestas de comida cuando había permisos. Si sabía que mi madre no
podía mandarlo, ¿quién mandaba eso?: bueno, pues era una organización
vasca que había asignado a cada preso unas chicas, y mi madre ya había
tenido relación con eso.
Cuando me comunicaron la pena de muerte ésta
chica comunicó a mi madre lo de la iglesia, y mi madre fue donde el cura.
No tengo nada que ver con las religiones, soy ateo, no pude dar un abrazo
a éste cura que fue con mi madre a La Berzosa, al balneario ese. Allí
había una iglesia.
Mi padre me dice un día: “coge un baúl, baja todas
las imágenes con cuidado, las pones hierba y después las metes…”,
tal como me dijo mi padre lo hice. Ni mi madre lo supo ni lo supo nadie,
eso pasó, y al llegar las fuerzas que llaman los nacionales se
encontraron desvalijada la capilla y me acusaron de que había sido el que
las incendió, y yo fui el que las protegió, y entonces mi madre, que no
sabía nada de esto fue con el cura y revisaron y encontraron eso, y el
cura certificó que no solamente no había incendiado sino que las había
protegido, ese documento fue el que llevó.
Salgo
de la cárcel y al llegar esa noche con la gran noticia, los familiares y
todos, nadie se acostó, y a las 7 de la mañana se presentaron 2
falangistas, un tal Lolo y El manco de Cades. Me quitan el documento y me
mandan otra vez a la cárcel.
No pude recurrir a ese tribunal que me había
dicho que si alguna vez se metían conmigo que recurriese a él, ¿y cómo
voy a recurrir si ya no tengo el documento?. Es la segunda tragedia, me
mandan a Santander y allí había un campo de concentración en La
Magdalena; allí había vascos, asturianos,… permanecimos allí 10 o 15
días.
Una
noche nos meten en vagones completamente cerrados y no sabemos dónde
vamos. Llegamos a Miranda de Ebro y nos sacan. La peste, el hedor, las
heces, nos orinábamos, todo era dentro del vagón; eso hay que vivirlo
para comentarlo.
Y en este campo de Miranda de Ebro tengo contacto con las
Brigadas Internacionales, había muchos de las BBII, ¿qué se yo lo que
son las BBII?, si yo estoy analfabeto de todo lo que me está ocurriendo.
Yo vi allí matar a palos a unos rusos, unos chavales, horrible, lo de
Miranda de Ebro fue tremendo. Allí permanecimos 10 o 15 días. Todavía
hace 1 año alguien de Miranda de Ebro supo que yo había estado en ese
campo y me mandó una carta…, que si yo había conocido a un fulano, a
un jefe de allí, le dije que no, tengo las cartas que me pide datos de mi
estancia, yo le respondo que no recuerdo los jefes, que yo fui de tránsito
y se lo que vi.
Otra
noche nos meten en vagones y desembarcamos en Madrid a altas horas de la
noche, en las mismas condiciones, nos pasan por la Estación del Norte, no
de Chamartín, del Norte, por el sur de Madrid, y nos llevan a la
Universidad Miguel de Unamuno, ahí en Legazpi, y ahí se formó el Batallón
91, batallón de penados, en el gorro ponía una T, y atrás en la
chaqueta una P, Trabajador Penado.
Se forma el batallón y nos arengan allí
de forma horrible, el capitán o el comandante recuerdo que nos dijo: “¡Van
ustedes a pagar los crímenes cometidos,… han comido carne de cura!”,
eran cosas tremendas. Arranca otro tren en las mismas condiciones, mucho
peores, de Madrid al sur, el calor, debía ser en verano, en mi vagón
murieron uno o dos y de allí hasta el Castillo de Santa Catalina murieron
10 o 12 que yo sepa.
Al llegar a Baeza paró el tren en una vía muerta y
con las gomas enchufaron para baldear el coche y la mierda. Los que
tuvieron la desgracia de parar frente a otro de mercancías precintado
quitaron los precintos e iba cargado con sardinas arenques, tabales, y el
que comió sardinas arenques murió porque comió todas las que pudo y la
sed, bueno ...Yo no alcancé a las sardinas. Llegamos a Cádiz, y en Cádiz
nos meten en el Castillo de Santa Catalina.
CONTACTO,
ENLACE, GUERRILLA.
Llego
de Tenerife en el año 43 a Rábago, mi pueblo natal, y un tío mío viene
por la mañana y me dice: “Anoche han estado aquí 20 hombres y quieren
hablar contigo, te han citado en el monte”.
Y fui y conocí a 2 ó 3,
eran Ceferino Machado y Juanín. Entro en contacto con ellos, entran mi
madre y mis hermanos todos eran los que suministraban los víveres. Había
que hacerlo con mucha discreción porque cuando se iba a comprar a las
tiendas no se podía comprar diez cajas de eso porque era una pista que se
les daba, esa cantidad para quién era.
El
tío que tenía en la Electra del Biesgo, al saber que estaba liberado de
las cárceles, me ofreció una colocación en la Electra, y desisto, me
busca una en Santos del Nansa, y también la deniego, quería correr otros
cursos.
Pedí dinero a un vecino y me dio 200 pesetas y me fui a Madrid;
dejo ya a mis hermanos en contacto con las guerrillas y me incorporo a la
vida civil. Al llegar a Madrid me entero de que Eloy Díaz Cuevas se había
instalado en Vigo, en casa de un pariente, Herminio Puertas, estaba en un
almacén de bisutería.
Almacenes Tobaris, de Vigo. Fui a Vigo y me dan
como trabajoviajante de comercio el
País Vasco, Cantabria, Asturias y Galicia, eso me permite estar en
contacto. Al llegar a Bilbao hablo con los de Baracaldo, las chicas
aquellas me hablaron de un almacén, de tiendas, o sea entré en una
relación muy estrecha con todos los que habían estado conmigo en la cárcel,
con familiares y con una gran red, desde Irún, Fuenterrabía, Tolosa,
conozco todos esos pueblos …
Siempre
que fui a hacer una oferta de lo que yo representaba, echaba el catecismo
que había aprendido, la retahíla, “soy representante de tal, abra
usted el muestrario”, ... y siempre, una vez que me compraba, mi tema
era hacia la cárcel, y tengo que decir que el 80% de los comercios que
visité eran de izquierdas en el País Vasco.
Eso me permitió tener unos
documentos de la casa para andar por la frontera, eran muy especiales,
sobre todo los de la frontera Navarra e Irún, porque ahí había mucha
evasión hacia Francia, había mucha gente que se escapaba por ahí.
Entro
en contacto con mi familiay recibo
la noticia de que un yerno que tengo se tiene que ir al servicio militar,
en el Ferrol deserta y se incorpora a las guerrillas, creo que tengo la
carta, tengo que buscarla.
San
Sebastián fue la primera capital donde entré como viajante de comercio.
Tengo que añadir una cosa muy curiosa, qué nerviosismo llevaría yo que
entré en un establecimiento, “Buenos días”, le contaba la historia,
“mire soy de la casa tal y tal”, “pues mire eso no lo trabajamos”,
y este establecimiento tenía una entrada por una calle y otra por otra
entrada por otra, y salgo de aquí y me meto por allí y se echaron todos
a reír, y eso recuerdo que me produjo una vergüenza ...y digo “pues
esto ya no se repite, ahora voy a coger esta acera hasta allá, y después
paso …”.
El
recorrido que yo hacía, País Vasco: Vizcaya, Álava, Cantabria,
Asturias, en todas partes tenía noticias y mensajes. En una parte recogía
pistolas, las tenía que entregar en tal sitio, en otra recogía munición.
Podía moverme con aquellos documentos que llevaba y todavía no había
sido perseguido, vigilado por las fuerzasnacionales.
Yo todavía no estaba organizado, yo me mantenía por el contacto de esa
visita que hicieron los guerrilleros al pariente mío. Al estar mi hermano
ahí yo iba a esa zona de Cantabria. Cada vez que llegaba ahí me detenía
la Guardia Civil en el pueblo de Rábago.
Los
destacamentos que había allí persiguiendo a los guerrilleros, siempre
que iba, como mi hermano estaba en el monte, me perseguían, me detenían
horas amenazándome. Eso duró año y medio, hasta que detuvieron a mí
madre, habían pegado a mí madre, habían pegado a mis hermanos, …
bueno eso no quiero ni rememorarlo, porque no comprendo cómo los seres
humanos, habiendo padecido tanto, tanta represión, se me niega hoy,
quieren olvidarlo, están atemorizados, no quieren hablar, eso para mí es
inconcebible.
Tuve ocasión de hacer un vídeo a 10 o 12 mujeres que les
cortaron el pelo al cero, y se me negaron, y eso a mí me ha dejado
confundido. Qué represión tan brutal ocurrió para que aún hoy, 70 años
después la gente aún siga teniendo miedo, cuando la persecución que se
hacía a las familias, a mi madre, a muchas, muchas familias de Cantabria,
se descompone.
Ya
habían matado a Ceferino Machado, a Juanín. Antes de eso les propuse
llevarlos a Francia, yo tenía facultades, yo lleve a 32 a Francia. El
primer grupo fue mi hermano, la compañera que estaba con él, fueron
tres. Primero había pasado a otro amigo que estaba muy perseguido en
Cantabria. 2, 3, 4, y muchos de ellos no los conocía.
Yo llegaba, tenía
un mensaje en el Hotel Lasa, Helena, era la regente del hotel, había 6 u
8 chicas, donde paraban todos los viajantes de España en San Sebastián.
Ésta chica ya me la habían presentado y tenía confianza, y ella me
comunicaba que habían llegado dos personas, y esa habitación no se la
dejaban a nadie, hasta que no llegaba el que los tenía que llevar
quedaban encerrados en esa habitación, y ahí estuvo mi hermano.
Las
llaves las tenía Helena y en esa habitación no entraba nadie, ni el dueño
del hotel lo sabía. Duró esto hasta el 46, en el 47 llevé los últimos.
Como
yo tenía un contacto con el comercio siempre toqué el problema social,
me permitía esta confianza el que yo había estado preso en Bilbao, y
muchos comerciantes tenían parientes que había estado presos. En San
Sebastián, pasado el puente del Cursal había una perfumería muy
importante, tuvimos tanta confianza que me presentaron a un tal “Pachi”,
que era el que pasaba la gente a Francia, previo pago, él cobraba.
Me
encontré un día en Santander, iba a ver a Presmanes, una joyería. Yo
vendía bolitas de oro y calamitas de oro, y con Gonzalo, de Presmanes,
tenía relación. Iba yo por el Paseo de Pereda y me llamó “¡Manolo!”,
“¡Manolo!”, “no mires, no mires, metete en el portal”, me metió
en el portal y llega un hombre llorando: “Perdóname que hemos cometido
una indiscreción. Ahora mismo te tienes que marchar.
Estando
en Torrelavega, en un bar, llegó un amigo que venía porque le había
maltratado la Guardia Civil, y me dice que quería marcharse a Francia, y
le dije que tenía un amigo que te va a llevar a Francia en el momento en
que se lo comuniquemos” -recuerdo lo que decía Dolores Ibárruri:
“Las paredes oyen”-, “bueno, pues entró uno, tomó un vaso de vino,
había una bicicleta, oyó algo a éste, desarmó la bicicleta, hizo que
arreglaba un pinchazo, ellos no se dieron cuenta, y cuando salió fue a la
comisaría a denunciar: “en tal bar hay un hombre que habla que lleva la
gente a Francia”.
Entonces viene la policía, coge a éste, que era el
padre de Eloy Díaz Cuevas, de Vigo, que había estado conmigo en
Tenerife, y le dicen: “Busque a ese amigo que lleva gente a Francia, le
damos ocho días de plazo para que nos traiga a ese amigo”, le dieron,
creo, dinero. En la tarjeta que le dieron yo escribí: “Yo, Manuel Cos,
comunicado por éste señor, me voy a presentar a las 4 de la tarde en la
comisaría”. Era en Torrelavega.
Fui donde Presmanes y le dije: “Te
dejo el muestrario, tengo que ir ...”, no le dije a qué. Entro en
Torrelavega y mi gran sorpresa fue que había un montón de policías, me
pasaron a una sala y vi que tenían las fotografías de todos los
guerrilleros. Entré a las 4 de la tarde y eran las 2 de la mañana y
estaba declarando.
Ellos trataban de buscar las contradicciones, pero creo
que yo tenía una gran facultad para zafarme de esas presiones, porque en
el País Vasco se pasaba gente por Portugalete, las barcas, por Motrico,
por todos los puertos, yo tenía contactos y sabía por dónde iba la
gente, y yo me aferré a que mi hermano fue por el puente de Portugalete,
que pagué tantas pesetas en el bar La Oficina.
La policía sabía que en
ese bar se pagaba. Yo mantuve una postura firme en un itinerario que lo
dieron por válido, y no fue por ahí, mi hermano pasó por el Puente
Internacional de Irún, pasaron 23 personas que las pasó Pachi. ¡Qué
contactos tenía Pachi que con un coche oficial, con una placa de embajada
pasaba el puente!. Yo me pregunto ¿con quién estaba relacionado?, eso es
una incógnita para mí.
Tal fue la amistad que yo tome con Pachi, con esa
familia y con todo el País Vasco. Pachi pasaba gente y seguía a París,
cargaba el coche con perfumes de Dior y llegaba a Madrid, y en la calle
Embajadores que vivía yo, paraba el coche con la placa, y digo “¡Pachi!,
que están mirando el coche”.
Dejaba 8 o 10 maletas en mi casa y las
repartía él en las grandes perfumerías de Madrid. ¿Quién apoyaba a
Pachi?, ¿qué oficiales había enredados en ese manejo?.
En
Torrelavega, en el interrogatorio, a las 3 de la mañana todos se ponen
firmes y entra un personaje, si me lo presentan 2 veces tiemblo, tenía la
cara desfigurada, un “carácter” chino, o era enmascarado o algo así.
Yo recuerdo que estaba sentado y para no temblar me apretaba la pierna con
las manos. Cuando entré en el calabozo tenía húmedo el pantalón, había
clavado las uñas en la carne a través del pantalón. En el calabozo
estuve 13 días.
Tengo
que ir a Torrelavega para hablar con una mujer que aún vive, fue la que
me llevó comida a la cárcel. Yo fui el último preso que hubo en
Cantabria por esas circunstancias. Cuando salí me obligaron a, si entraba
en Unquera a ver a un cliente, la primera visita era al cuartel de la
Guardia Civil, si iba a Llanes... a la Comisaría, si iba a
Ribadesella..., la primera visita estaba obligado a presentarme en la
Comisaría de policía. En la comisaría de Vigo yo estaba el 3º en una
lista que tenía la policía. Allí, en Vigo, conocí a un policía que
colaboraba. En Coruña, en el Hotel España, había un camarero que era
muy comunicativo, siempre estaba hablando, entrabas al comedor y decía:
“Qué habrá comido éste que le está buscando la policía”. Nadie
hacía caso porque siempre estaba hablando, y es que entonces había
estraperlo y los viajantes que hacían la frontera de Portugal compraban 2
kilos de café para casa, no para comerciar; si ibas a Vitigudino
comprabas porque era más barato, y “qué habrá comido éste que le
busca la policía”, y me dice que había estado la policía, que con quién
había estado en la habitación, que había un seguimiento mío por todas
partes. Yo pasaba todo lo que me dejaban, si me daban un paquete sé que
eran pistolas, en Cangas de Onís pistolas para otros que se habían
incorporado. Hubo un sabotaje en Santander, uno o dos. Dice mi hermano que
también intentaron los guerrilleros matar a Franco en un pozo de
salmones, que no se llegó a ejecutar porque ocurrió algo y no llegó la
dinamita.
Yo
recibí una llamada de Ramón Arce, uno de los del barco de Cádiz que
seguíamos relacionados, y fui a Torrelavega, a Polanco, y me dice que hay
que derribar todas las torres de alta tensión, que viene Franco, venía a
pescar, que había que dejar sin luz Vizcaya, Asturias y Santander. A
nosotros nos había tocado el que hacía Torrelavega con Asturias, y de ahí
se pasaba hacia Solares y Laredo. Se organizó Ramón, yo siempre a lo que
me mandaban. Más valía que no lo hubiésemos hecho. No sé lo que es una
bomba nuclear, pero se lo que es tirar una columna de alta tensión, se
iluminó la tierra, una explosión como una bomba nuclear, es
indescriptible lo que vi, ni el sol, no hay luz…, y no nos
electrocutamos…, no se puede hacer eso sin conocer lo que es la
corriente y la fuerza que tiene. Yo recuerdo que vi a Ramón en el aire,
después vienen las consecuencias.
Otra
vez Ramón me camufló, me buscó unas albardas, un pantalón roto, una
chaqueta rota, una colilla en la boca, una gorra, una cesta de huevos de
esas que tienen una asa y abren a los lados, que todavía cuando las veo
quiero comprar una, y ahí puso cebollinos, berzas, plantas, y 200 balas
dentro de las raíces, porque no había plásticos, con hojas de berzas
que son más anchas y con unos juncos, no había cuerdas, las ató ... y
al mercado de Torrelavega cuando estaba toda la policía. Me vieron y yo
pasé, en vez de ir al mercado me metí en el tren, y cuando llegué a
Pesoes tenía una bicicleta escondida en un bardal. Coloqué las berzas
aquellas en el sillín y las carreteras estaban llenas de baches, y llegué
a un pueblo que se llama Muñoz Rodero en el que había una romería como
a 500 metros; en el camino había una pareja de novios y en un bache se
rompe aquello y salen las balas, todavía las veo rodando por la
carretera. Cuando lo recuerdo me entra temblor. La primera idea fue echar
a correr al monte, entonces observo que viene aquella pareja y empiezan a
recoger balas y dicen “dónde las ponemos”. Años después ella riéndose
me decía, “Manolo que lo parlo, que lo parlo”.
Yo
estuve de enlace hasta la muerte de Juanín. A Paco Bedolla lo mataron en
Castro Urdiales. Pase una tarde con él, el día que se iba a marchar
estuvimos juntos ahí en Fuencarral. Yo había recibido de Juanín una
nota, y cuando le propuse llevarlo a Francia dijo que no, se negó. Pasé
a mi hermano y a mucha gente que no conocía, conocía a 6 u 8, los demás
eran desconocidos, y ellos tampoco me conocían. En el 46 llevé a mi
hermano y estaría 1 año más. Después, un día abandoné el viaje y me
quedé en Madrid y nunca más me volví a presentar a la policía.
Unos
años más tarde supe que aquél hombre de Barcequiné que venía de la
Revolución de Asturias se encontró a un pescador al caer la tarde
-estaba prohibido, cuando cae el sol había que dejar de pescar, las
truchas saltan a coger los mosquitos, ese hombre era habilidoso y no había
tanta vigilancia de guardarríos- y se le acerca y se da a conocer, y el
pescador le dice: “quédate aquí que voy a buscar a unos amigos”, y
él pensó “éste va a buscar a la Guardia Civil”, y en lugar de
quedarse allí se fue más lejos.
Este hombre va a casa de un socialista,
José Ramón García, la pregunta que le hizo el socialista al pescador
fue: “¿Qué botín trae?”. Si yo tuviese dinero al pescador le hacía
un monumento, por lo humano, me decía, “Manolo, me dio tal coraje, tal
repugnancia, que no le dije nada”.
Cuando le dijo eso se fue, empezó a
dar vueltas por el pueblo y pensó en mi padre y fue en su busca, venía
de las vacas, y cuando le contó ¿qué le dijo mi padre?: “¿Dónde está
ese hombre, que hay que salvarlo”. Dos socialistas, uno: “¿Qué botín
trae?”. Y otro: “Dónde está ese hombre, que hay que salvarlo”.
Eso
se me gravó a mí como algo humano, como algo que va conmigo, eso es lo
que te forma. Quise saber dónde está enterrado ese hombre, me dijo un
pariente dónde se encuentra, y quería yo hacerle una mención, por lo
menos mención de que esto merece recordarle por el gesto que tuvo. Aquél
otro, luego, también traicionó a mi padre.
*UHP,
Unión de Hermanos Proletarios.
Manuel
de Cos Borbolla, compañero, hermano, camarada, no se muera vuestra
merced, vámonos al monte como tenemos concertado.
El
26 de septiembre de 2017 se nos fue Manuel de Cos.
Ramón
Pedregal Casanova,es autor de los libros:
“Gaza 51 días”, “Palestina. Crónicas de vida y Resistencia”,
“Dietario de Crisis”, “Belver Yin en la perspectiva de género y Jesús
Ferrero”, y “Siete Novelas de la Memoria Histórica. Posfacios”.
Presidente de la Asociación Europea de Cooperación Internacional y
Estudios Sociales AMANE. Miembro de la Comisión Europea de Apoyo a los
Prisioneros Palestinos.
Fotógrafo y ecologista español nacido en Rábago (Cantabria) en 1920. Hijo de Donato de Cos y María Borbolla y hermano del
guerrillero Jesús de Cos Borbolla, León de Cos Borbolla y la enlace Magdalena de Cos Borbolla. En su juventud también fue enlace de la guerrilla.
Religiosamente se define como ateo.
Dedicado desde pequeño al trabajo de pastor llegó a hacer de guía en la retirada de una columna de soldados vascos desorientados durante la Guerra Civil Española. Cuando cumple 18 años es llamado para hacer el servicio militar, pero es encarcelado por error y condenado a muerte, acusado de haber profanado iglesias. En la prisión de Bilbao sobrevive por la solidaridad del pueblo vasco y gracias a una enlace consigue hacer llegar la noticia a su familia. Esta logra ponerse en contacto con el cura de
Cossío, que encuentra las imágenes supuestamente destruidas por Manuel, escondidas en un pajar.
Desmontada la falsa acusación es puesto en libertad y devuelto a Rábago con un salvoconducto. Al día siguiente un grupo de falangistas se presenta en la casa de Manuel, le roba el salvoconducto y lo lleva detenido al campo de la Magdalena y después a Miranda de
Ebro, Madrid (Instituto Miguel de Unamuno en el barrio de Delicias), Cádiz (viaje en el que mueren diez hombres) y finalmente a Tenerife, donde es penado realizando trabajos forzosos en el Batallón 91.
Ya puesto en libertad, consigue trabajo como representante de comercio en el norte del estado, lo que no le exime de una vigilancia feroz por parte de la Guardia Civil a su familia, que rodeaba la casa y le detenía cada vez que este acudía a visitarla. Manuel de Cos se hace enlace de la Brigada Machado, aprovechando los salvoconductos de que gozaba por ser comercial.
Su trabajo como enlace consiste en trasladar armamento, colaborar en diversos sabotajes y más adelante en pasar guerrilleros a Francia, entre otros a su propio hermano, Jesús de Cos, hasta que es delatado por un confidente y posteriormente detenido y torturado.
Desde los años 1940 Manuel de Cos se acercó a la fotografía porque «es la forma más veraz de documentar todo lo que estaba pasando a mi alrededor», pero es más tarde cuando inicia su proyecto ecologista de denuncia de la tala indiscriminada que acontece en los montes de Cantabria, que consigue llamar la atención de las autoridades, aunque no hacen ninguna acción por pararla. En la actualidad sigue denunciando la cantidad de especies autóctonas que se han perdido en consecuencia de esa deforestación.
Paralelamente el fotógrafo se encargó de documentar, siempre de forma autogestionada, la vida rural y la etnografía y folklore de Cantabria, con especial atención a las mujeres, que homenajea constantemente por su sufrimiento durante la posguerra. Su gran proyecto fue la elaboración de un museo etnográfico a raíz de su descubrimiento de la Cueva de Chufín y la reivindicación turística de la Cueva de El Soplao, que emprendió de forma altruista y posteriormente abandonó por falta de medios y ayudas públicas.
También durante la Transición se encargó de documentar el proceso de legalización de los partidos políticos.
Manuel de Cos se dice a sí mismo que no se siente fotógrafo, que es «un intruso que solo se acercó a la fotografía por esa necesidad de denunciar las realidades olvidadas», pero es el autor de más de 60 000 imágenes y cientos de horas de vídeo de temática ecologista, antropológica y antifranquista cuya mayor parte está almacenada en malas condiciones en Rábago y en Madrid. Una pequeña parte de su archivo está siendo gestionado por la Biblioteca Nacional de España, la Fundación Botín y Comisiones Obreras.
Organizaciones como Ecologistas en Acción han denunciado la falta de interés de las autoridades en la conservación del archivo de Manuel de
Cos.
Su
casa es el mejor antídoto contra el olvido. En el sótano de la
vivienda que Manuel de Cos (1920) tiene en la localidad madrileña de
Las Matas se acumulan centenares de cajas y sobres con miles de fotografías
y kilómetros de carrete. Las cerca de 20.000 imágenes que allí
atesora reflejan diferentes acontecimientos sociales, políticos y ecológicos
a los que ha asistido este 'intruso' en la fotografía, como él mismo
se autodenomina.
'La cámara siempre va conmigo, yo tan solo hago fotos,
pero no soy fotógrafo', insiste con humildad. Las instantáneas abordan
desde las luchas estudiantiles de los 70 a las manifestaciones de las últimas
semanas contra los recortes del PP, pasando por la progresiva
deforestación de su Cantabria natal. La otra parte de su legado -cerca
de 40.000 fotografías y unas 600 horas de vídeo- aguarda en su casa de
Rábago (Cantabria) esperando, al igual que el archivo que tiene en
Madrid, que alguna institución se haga cargo de la totalidad de la
colección. Algunas series de fotos y vídeos han sido adquiridas por la
Biblioteca Nacional y próximamente serán expuestas al público.
Y
es que nada escapa al objetivo de Manuel de Cos, que decidió utilizar
la fotografía para documentar sus luchas y dejar testimonio de cada
circunstancia injusta que acontecía a su alrededor. Para él se trata
de una afición hecha necesidad desde la década de los 40, cuando empezó
a convertirse en ese fedatario del tiempo que continúa siendo hoy en día.
'He
retratado todo cuanto era motivo de dejar constancia', asevera. Aunque a
veces, las autoridades no se lo ponían fácil: 'En Reinosa vi a unos
hombres cargando unos camiones con ametralladoras y otro material bélico,
me acerqué y saqué varias fotos pero me vio la Guardia Civil, me quitó
la cámara y me veló el carrete'. Eran los años 90 y Manuel protestó
alegando que el Gobierno había asegurado días atrás que no se vendían
armas. 'Y, ¿dónde va todo ese armamento?', inquirió a los agentes,
que justificaron su actuación alegando que Manuel 'podía ser de ETA'.
La
misma suerte corrió el carrete de su ‘yashica' mientras dejaba
constancia de una tala en la región cántabra: 'Fue terrible para mi
ver cómo se desforestaban los montes de Cantabria; allí conocí el
urogallo y tal cantidad de fauna y flora que ya nadie puede imaginar, sólo
los de mi edad', lamenta.
Padecer
la represión le condujo a la necesidad de testimoniar el dolor gráficamente
Retratar
la ecología, las costumbres de su tierra y los diferentes procesos políticos
ha sido siempre su obsesión. Pero no se planteó profesionalizar su
ocupación por culpa de los 'quehaceres diarios'. Para ganarse la vida
trabajó como pastor de cabras en Rábago, mozo en una hospedería en Cádiz,
agente comercial por el norte de España, trabajador en el subsuelo
madrileño y gerente de ‘La novia del mar', un almacén de abalorios
ya desaparecido.
Padecer
la represión franquista en su propia piel le condujo al estado de
necesidad de testimoniar gráficamente el dolor. Su familia fue víctima
de incautaciones ilegales de bienes, de modo que acabó viviendo en la
calle durante varios días con su madre y hermanas. 'Nos lo quitaron
todo', rememora. Pero lo peor llegó con la condena a muerte. 'En la
finca donde trabajábamos había una pequeña ermita con imágenes
religiosas que mi padre me mandó recoger un día; las metí en un baúl
y cuando llegaron los franquistas y no las vieron me acusaron a mí de
haberlas destruido'. Levantaron contra él la falsa acusación de
profanar estatuillas religiosas y le condenaron a muerte. Su salvación
llegó con el cura de la localidad, que encontró las figuras a tiempo y
acudió en su defensa.
Levantaron
contra él la falsa acusación de profanar estatuillas religiosas y le
condenaron a muerte
Aquellos
episodios marcaron la orientación de Manuel hacia la defensa de los más
desprotegidos. Uno de sus trabajos, el de agente comercial por la
cornisa cantábrica, le sirvió para cruzar exiliados republicanos a
Francia gracias a la libertad de movimiento que le otorgaba el
salvaconducto concedido tras revocarle la sentencia a muerte.
'Pasé a más
de 30 personas', se enorgullece. Esa fue su labor principal en la
brigada Machado, formada por guerrilleros antifranquistas que hicieron
frente a la dictadura desde la clandestinidad. 'Lo tenía fácil por que
conocía bien cada puerto y camino', asegura. Hasta que le detuvieron.
'Debí ser uno de los últimos arrestados por participar en la
guerrilla; creo que era el año 47 o 48', vacila Manuel. 'Después de
aquello tuve que fichar en la comisaría de cada pueblo que pisaba; así
hasta que dejé de ser agente comercial, varios años después'.
Los
testimonios de la época contradicen a menudo el discurso oficial que
sacraliza los ejemplares años que precedieron a la democracia. Por
entonces, Manuel ya contaba con un tomavistas que recogía audio. El 27
de septiembre de 1975, intentó ir a Hoyo de Manzanares a grabar el
sonido de las balas que sesgaron la vida a los tres militantes del FRAP
fusilados por las autoridades franquistas en Madrid. 'Quería recoger el
ruido de esas descargas desde fuera'. Pero le detuvieron antes de
llegar.
Las
manifestaciones que sacaron a las calles a miles de jóvenes en 1977
también fueron inmortalizadas por Manuel de Cos. Su cámara registró
numerosas concentraciones, como una que tuvo lugar en la explanada
frente al ministerio de Sanidad y que se saldó con varios heridos. 'La
policía comenzó a cargar dando unos palos terribles; me noté húmeda
la espalda y al tocarme me di cuenta que era sangre'; 'daban a matar',
apunta Manuel, que aprendió detalles para salvar su integridad: 'Lo más
peligroso comenzaba cuando nos rodeaban con los caballos; ahí lo mejor
era quedarse quieto'.
Como
una serpiente que, moribunda, da los latigazos más fuertes en los últimos
momentos de vida, la dictadura dejó caer el plomo pesado de su
maquinaria contra los manifestantes.
“Fue
terrible para mi ver cómo se desforestaban los montes de Cantabria'
'Murieron
siete jóvenes durante la transición; fui a sus capillas ardientes
menos a la de Mari Luz Nájera porque un militar me impidió el paso',
relata. En la madrileña plaza de Lavapiés, Manuel vio cómo mataron a
una persona de un tiro y se lo llevaron. 'Nunca pude averiguar de quien
se trataba, y nadie habló de ese tema', lamenta. 'Aún sueño con
aquellos episodios como si los estuviera viviendo', asegura con
semblante apagado.
La
sonrisa, en cambio, vuelve a su rostro al recordar al grupo de
universitarios que perseguía la policía política y él escondió en
su casa de Las Matas. 'Soy el más antiguo de la zona; cuando llegué a
finales de los 50 aquí no había nada y en este patio pasaron varios días
hasta que lograron huir a Francia', relata satisfecho a 'Público'.
Con
el 15-M, con los mineros, con la marea verde de estudiantes, con las víctimas
del franquismo... Manuel de Cos sigue acudiendo a todos los actos y
concentraciones que le permiten sus achaques, aunque reconoce que hoy
las plazas tienen 'otra temperatura'. Aun así, confía en la presión
social. 'Tengo la esperanza en que el cambio venga por ahí, por las
manifestaciones; la gente joven es la única que lo puede resolver'. 'Y
yo lo veo con optimismo; les veo muy preparados', concluye.
Manuel
de Cos, el fotógrafo intruso que retrató la dictadura.
Fue
un represaliado del franquismo que dedicó gran parte de su vida a la
fotografía política y rural para denunciar las injusticias de las que
fue testigo
Al
morir, dejó más de 60.000 fotografías y cientos de horas de video que
se encuentran en manos de distintas instituciones para su conservación
Ana García Valdivia.
Manolo de Cos falleció el pasado mes de septiembre. | EFE/GUILLERMO CARNERO.
La historia de Manuel de Cos y su familia es el reflejo del alto coste que tienen los ideales cuando hay una guerra. Como tantas otras familias, fueron desposeídos de todos sus bienes tras la ocupación militar de Cantabria en 1937. Su padre, exalcalde del Frente Popular en
Rionansa, fue capturado en Francia y trasladado al campo de concentración de Mauthausen (Austria), donde murió en 1941.
Durante la guerra, al cumplir 18 años, Manuel fue acusado de haber destruido imágenes de la capilla de su pueblo y trasladado a la prisión de Bilbao, condenado a muerte. Gracias al mensaje de un enlace, la madre de Manuel fue alertada y, tras ponerse en contacto con el cura de la iglesia, este testificó que las imágenes se hallaban a salvo en un pajar.
En 1939 fue puesto en libertad, sin embargo, ese mismo año fue nuevamente detenido. Estuvo preso en el 91 batallón disciplinario de soldados trabajadores, pasando por distintas prisiones y campos de trabajo en España. Fue entonces cuando la fotografía llamó a su puerta. Un vecino del pueblo de Vilaflor (Tenerife) le regaló su primera cámara: "Era muy simple, solo tenía sol y sombra", recordaba en 'Conversaciones con la Historia: Manuel De Cos'.
En este documental de Tmex (una televisión de denuncia social), explicó que sus primeras fotos retrataron a los grupos de trabajadores, con la intención de poder enviarlas después a sus familias. Esto fue posible gracias a la colaboración de un sargento, que le permitía tomarlas cuando se ausentaban los superiores.
Primeras fotos en el campo de trabajo de Tenerife en los años 1941 y 1942. | MANUEL DE COS.
Desde entonces, Manuel y su cámara fueron inseparables: "La cámara siempre va conmigo, yo tan solo hago fotos, pero no soy fotógrafo". Él mismo se autodenominó "intruso de la fotografía" y consagró su vida a esta actividad, aunque nunca de manera profesional. "Comprendí que era necesario testimoniar lo que yo veía a mi alrededor. Y creo que no me equivoqué".
Tras su puesta definitiva en libertad en 1943, Manuel se trasladó al norte de España y comenzó a trabajar como representante de comercio. Entre 1946 y 1947 operó como enlace de la Brigada Machado durante la guerrilla. Haciendo uso de sus salvoconductos de comercial, pasó a Francia a unos 30 maquis, incluido su hermano Jesús, conocido como comandante Pablo. En 1948 saltaron las sospechas y Manuel fe arrestado: "Después de aquello tuve que fichar en la comisaría de cada pueblo que pisaba", contó en una entrevista a Público.
Mujer trabajando en un pueblo de Cantabria. | MANUEL DE COS.
Este control rudimentario no fue un obstáculo para que Manuel comenzara a desarrollar su segundo oficio. A partir de ese momento, la vida rural y la política se convirtieron en las dos temáticas que van a predominar en su fotografía.
Primero tuvo lugar la fotografía rural. Las ferias de ganado, la música de las fiestas o las mujeres en el lavadero son momentos insignificantes de la historia, pero para Manuel encerraban la esencia de su pueblo. Gracias a esta insistencia en lo sencillo existe ahora un patrimonio de valor incalculable sobre la vida en Cantabria.
La mayoría de sus fotos iban dirigidas a plasmar el folklore de su tierra y los valores etnográficos y antropológicos de esta a través de lo cotidiano. Asimismo, es imprescindible señalar el papel que tuvo su fotografía en los años 70 para denunciar la tala indiscriminada de árboles en los montes de Cantabria, así como la consecuente pérdida de especies autóctonas en la comunidad. Ecologistas en Acción le rindió por ello homenaje en 2012.
Fotografía tomada en una manifestación del PCE en 1977. | MANUEL DE COS.
Manuel profesó especial admiración por las mujeres, a las que alababa por su valentía ante el sufrimiento que supuso para muchas la pobreza y represión de la posguerra. En sus fotos las mostró trabajando o haciendo sus tareas diarias en la montaña. Con el mismo afecto fotografió y grabó a los mineros en distintas ocasiones. Gracias a uno de ellos aprendió de chico el significado de las siglas
UHP, 'Uníos Hermanos Proletarios', un lema que le marcó toda la vida y que revindicó en cada manifestación a la que asistía.
Fotografía de denuncia por la deforestación de los bosques de Cantabria en 1971. | MANUEL DE COS.
En Cantabria también se reconoce a Manuel como el descubridor de las cuevas del
Chufín, -declaradas Patrimonio de la Humanidad de la Unesco por sus pinturas prehistóricas de 16.000 a. c.-. Fue él quien informó de su existencia al director del Museo Arqueológico Nacional en 1972, después de entrar y apreciar la presencia de arte parietal en sus paredes.
Además de las costumbres, la política fue la otra gran temática que obsesionó a Manuel. A esta se dedicó especialmente al acabar la dictadura y comenzar la Transición. Sus fotografías recogen el proceso de legalización de los partidos políticos y sindicatos, así como los mítines de las grandes figuras del momento (la Pasionaria, Julio Anguita y distintas personalidades del Partido Comunista). Aquellos años estuvo presente en las manifestaciones que sacaron a la calle a miles de jóvenes, fotografiando movilizaciones y cargas.
Fotografía tomada en un mitin del PCE en el estadio de fútbol de Vallecas en 1977. | MANUEL DE COS.
Manuel siempre fue crítico con ese momento de nuestra historia: "Terrible. Dicen que la Transición fue modélica, todo lo contrario. Hubo 200 muertos. Yo conocí a Yolanda González (líder estudiantil comunista secuestrada y asesinada durante la transición por falangistas). Fue un impulso más para grabar todo lo que había", dijo en el documental de
Tmex.
Otra de sus luchas fue recuperar la memoria histórica. A través de entrevistas con los exiliados del franquismo y los guerrilleros que lucharon en las montañas, Manuel buscó el reconocimiento a las víctimas. Grabó distintas conmemoraciones y eventos para el Club de Amigos de la Unesco de Madrid
(CAUM), una organización muy activa con la memoria histórica de la que fue miembro y fundador.
En 1980 llegó a la sede del CAUM, situada en la plaza Tirso de Molina (Madrid), un paquete-bomba con 100 gramos de explosivos. Manuel resultó ileso, pero sus compañeros Luis Enrique Esteban y María Dolores Martínez fueron heridos. Nunca se encontró al culpable, aunque se sospechó de una organización fascista que ya había amenazado a sus miembros.
Así, pasaron los años y la cámara de Manuel fue presenciando centenares de manifestaciones y movimientos sociales, hasta llegar al 15M. Caminó con las marchas en defensa de la sanidad y la educación, participó en las acampadas de Sol y, también quiso ser testigo del proceso de creación de Podemos: "Tengo la esperanza en que el cambio venga por ahí, por la gente joven y las manifestaciones. Yo lo veo con optimismo, los veo muy preparados", subrayó entonces.
Manuel de Cos fotografía la manifestación por la III República en Madrid en 2010.
Manuel solía decir que quien calla otorga y que él no iba a callar. Su manera de hablar la encontró en la fotografía. Sin embargo, las más de 60.000 fotografías y 600 horas de video han estado almacenados por mucho tiempo en malas condiciones entre su casa de Las Matas (Madrid) y de Rábago (Cantabria), en riesgo de caer en el olvido.
Manuel intentó que instituciones públicas y privadas se hicieran cargo de sus colecciones para que estas pudieran conservarse y ser expuestas al público. Hoy, la mayor parte siguen en estas dos comunidades autónomas, pero en manos de organizaciones muy diversas.
Las fotografías rurales están en Cantabria. La Fundación Botín compró en 2010 9.296 negativos del Valle Nansa, una zona muy bien conservada que ahora empieza a mostrar interés para el "turismo de naturaleza". La Consejería de Educación, Cultura y Deporte hizo dos grandes compras, la última por 1.300 diapositivas y en torno a 1.000 cintas de video.
Según la directora del Museo Etnográfico de Cantabria, Amparo López, este es el lugar más adecuado para almacenar el material por la temática que aborda, del cual subraya su valor testimonial de formas de vida, cultura y oficios: "Probablemente sea el archivo fotográfico de Cantabria más abundante de los últimos años. Ahora es importante, pero con el tiempo lo será más". El resto de material que quedaba en Rábago ha sido recientemente donado al Ayuntamiento de Herrerías por los familiares.
Las fotografías políticas también están dispersas. Comisiones Obreras adquirió videos y fotos, pero es en la Biblioteca Nacional donde se conserva gran parte del archivo. Alicia García, jefa del Servicio de Audiovisual, explica que hubo dos donaciones en 2007 y 2017 por un total de 100 cintas de video, muchas de manifestaciones de los años 80 y 90. Las cintas son de baja calidad y por ello, indica, deberán ser digitalizadas y tratadas para garantizar su conservación.
Isabel Ortega, jefa del Servicio de Dibujos y Grabados de este organismo cuenta que además de las anteriores hubo dos compras desde 2007 y una donación de 20.000 fotos, en su mayoría de la Transición. "Manuel no tenía una gran técnica fotográfica, pero nadie le puede toser por eso", dice, al tiempo que recuerda que "era un hombre muy apreciado en la Biblioteca Nacional".
Su nieto y también fotógrafo, Daniel de Cos, habla de la técnica de Manuel: "Le gustaba que el momento de hacer la foto, el proceso de revelado y el marcado final, fueran lo más artesanal posible. No aceptaba que lo digital y la maquinaria sustituyera la labor de las manos del hombre. Lo hacia todo él".
Sin embargo, esto no evitó que Manuel se adaptara a los tiempos, y en sus últimos años usó una Fujifilm 3D, una de las primeras cámaras 3D en el mundo. "El avance científico y tecnológico yo lo apruebo, pero si no está al servicio del ser humano, lo rechazo", opinión en una entrevista en el IES Miguel Herrero de Torrelavega.
A través de su trabajo se puede entender el papel que desempeña la fotografía para denunciar la realidad sociopolítica que nos rodea, poniendo de manifiesto que "la fotografía es el fiel testigo de la verdad". Manuel murió el pasado 26 de septiembre, y su obra constituye uno de los documentos más descriptivos de las secuelas del franquismo, la Transición y la vida rural cántabra. Sus fotografías son uno de los tantos relatos de nuestra historia y necesita exponerse al gran público el legado que dejó.
Se trata de un homenaje organizado por
Ecologistas en Acción-Cantabria, la Revista Cantárida y el Grupo de
Montaña Peña Cuadrada de Igollo de Camargo, abierto al público y al que
asistieron los alumnos de bachillerato de los institutos de la zona
23.11.12 -17:46
Lucía Alcolea |Cabezón de la Sal.
Manuel de Cos, durante la presentación de la exposición./ Foto: Javier Rosendo.
'Ecologista confeso, insobornable, vegetariano, comunista y honrado', así fue descrito el fotógrafo Manuel de Cos en la inauguración de la exposición que incluye medio centenar de sus imágenes más representativas en el Centro de Estudios Rurales de Cabezón de la Sal.
Un homenaje organizado por Ecologistas en Acción-Cantabria, la Revista Cantárida y el Grupo de Montaña Peña Cuadrada de Igollo de Camargo, abierto al público y al que asistieron los alumnos de bachillerato de los institutos de Cabezón de la Sal. Un acto donde se puso de manifiesto la relevancia de la obra de este artista, natural de Herrerías, “guerrillero del valle y apoyo del maquis antifranquista en los años 40 y 50, condenado a muerte a los 18 años”.
El fotógrafo intervino en el acto y realizó un balance de los años de la posguerra y recordó su pasado, que hoy en día continúa presente a través de las imágenes ha tomado a lo largo de su vida. La exposición es una aproximación a su obra, realizada a lo largo de casi 70 años, donde se incluyen dos bloques temáticos.
Uno, dedicado a temas de naturaleza y medio ambiente; y otro, a contenidos de etnografía rural sobre escenarios, costumbres, personajes y paisajes relacionados con las actividades agroganaderas en los valles del Saja y Nansa en la segunda mitad del siglo XX. Una exposición que, en fechas próximas, se ampliará con otra serie de testimonios fotográficos de movilizaciones sociales y políticas por las mismas fechas en distintos lugares de Cantabria y España.
En este homenaje se valoró el archivo del artista, “de valor incalculable, que documenta la represión y diferentes aspectos de la sociedad desde los años cuarenta”. Manuel reconoce que no tiene ninguna formación periodística ni es un profesional de la imagen, pero lo cierto, dicen los que le conocen, es que “su obsesión por documentar todo lo que va en contra de la libertad, la igualdad del ser humano o la ecología, lo convierten en un personaje excepcional que ha dedicado su vida a luchar desde la imagen y la palabra”. De hecho, el propio autor dice de sí mismo que no se siente fotógrafo, “que es un intruso que sólo se acercó a la fotografía por esa necesidad de denunciar las realidades olvidadas”.
La muestra es la memoria de un hombre que “comenzó a hacer fotografías en los años 40, con una máquina Kodak de cajón que le habían regalado hasta conseguir casi 50.000 negativos y 600 horas de vídeo que condensan en lo esencial la crónica fotográfica y videográfica de lugares, personajes, conjuntos, escenarios, paisajes...”, explicaron. El fotógrafo ha sido también protagonista del Día Mundial del Patrimonio Audiovisual patrocinado por la UNESCO en el acto celebrado en Madrid el pasado 29 de Octubre donde Marina Fernández dio a conocer una ponencia inédita sobre el material audiovisual donado por Manuel de Cos a la Biblioteca Nacional.
Esta exposición constituye, además, el preludio del homenaje a Manuel de Cos que tendrá lugar el sábado 24 de Noviembre con un recibimiento a las 12,30 horas en el Ayuntamiento de Herrerías (Cades) para continuar, después, con un encuentro de músicos tradicionales en Camijanes a las 13,30 horas, y concluir, finalmente, con una comida en Celis a las 15 horas, en la que intervendrán representantes de distintos colectivos para constituir un Comité de Apoyo y Seguimiento sobre la obra de Manuel de Cos con el objeto de lograr los compromisos institucionales o de entidades y Fundaciones privadas para garantizar la catalogación, conservación, investigación y difusión de los 35.000 negativos y las 600 horas de vídeo que Manuel de Cos ha reunido a lo largo de su vida..
PCE.Muere
el histórico militante comunista Manuel de Cos, a los 97 años de edad.
El
histórico militante comunista Manuel de Cos Borbolla, un referente en la
lucha antifranquista en Cantabria, ha fallecido el día
26 de Septiembre de 2017, a los 97 años de edad, según ha informado el
PCE en un comunicado.