REPÚBLICA - AVIACIÓN : GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
GUERRA CIVIL ESPAÑOLA - Aeródromos de la GCE y regiones aéreas.
La aviación de la República :
(1936-1939) Durante la Batalla del Ebro la Legión Cóndor estableció la base de tres cuadrillas de caza con Messerschmidt Me-109. El campo de aviación de La Sénia El 14 de abril de 1938, las tropas franquistas conquistaban el aeródromo de La Sénia. A partir de entonces el aeródromo fue base de operaciones de la Legión Condor....
El bombardeo del aeropuerto de la Cenia (16/12/1938)
He aquí su verídica historia.
La primera patrulla era la de Mendiola, la segunda la
mandaba el capitán Gómez, con quien iba yo, y la tercera la
completaban los aviones de Celrá. Cuando faltaban escasos segundos para lanzar las bombas, explotó un nutrido fuego antiaéreo delante de nuestro avión y exactamente a nuestra misma altura.
Por el visor de bombardeo veo los disparos de los
cañones y pienso: Además íbamos casi de rodillas y nosotros, parodiando la frase de Dolores Ibarruri, -"Más vale morir de pie que vivir de rodillas"-, decíamos: -Más vale vivir de pie que morir de rodillas. El caso es que ese mismo día y de otro Kati derribado por los Messers también se salvó el observador, lo mismo que yo, creo que del piloto Ricondo y supongo que recordaría la célebre frase.Para mejor conocimiento de los hechos vamos a intercalar en este relato la declaración de Jaime Mata, jefe de la 4ª escuadrilla, participante en este mismo servicio, pero antes indicaremos la ubicación de las escuadrillas: el jefe del grupo, teniente coronel Leocadio Mendiola y su E.M. estaban en el aeródromo de Bañolas, posiblemente con sólo uno o dos aviones: La 1ª escuadrilla al mando del capitán Francisco Gómez, con Ballester de observador, estaba en la base de Figueras; y Mata al mando de la 4ª en Celrá (Gerona). Sigue el relato de Mata: Nos encontrábamos un tanto deprimidos, no por la actuación de nuestra Aviación en particular, si no por el resultado que iba teniendo la guerra. Además, fuese en broma o en serio, comentábamos, los responsables de las dos escuadrillas y el mando del grupo, la posibilidad de que todas nuestras conversaciones fuesen captadas por el enemigo. El día 15 de diciembre nos llamó a su despacho el teniente coronel Mendiola para preparar "un servicio muy delicado", y que debido a su misma importancia deseaba que lo preparásemos en su presencia. La 2ª escuadrilla la mandaba el capitán Francisco Gómez. Era un muchacho que había estado mucho tiempo sin volar, creo que desde que se disolvió la 2ª escuadrilla de Katiuska, y en aquel momento tenía gran interés en recobrar el tiempo perdido.
Yo mandaba la 4ª después del desastre de Extremadura, cuando el capitán Salas nos derribó a una patrulla completa en un solo combate. Nos personamos los dos jefes de escuadrilla con nuestros observadores y nuestros jefes de E.M. Mendiola nos expuso el servicio a realizar. Consistía en bombardear el aeródromo base de la Legión Cóndor, en La Cenia, repleto de aviones. No podíamos disponer de la protección de nuestra caza debido a lo muy reducida que se encontraba a consecuencia de las duras batallas del Ebro y, más principalmente, porque un reciente temporal había hecho impracticables los aeródromos donde estaban. Mendiola nos expuso muy claramente las muchas dificultades que presentaba la operación, y para dar mayor realcé a la misma propuso que Mata fuese con su escuadrilla abriendo la formación, y que él iría detrás mandando la 2ª escuadrilla, descansando así el capitán Góméz. Ante las protestas de éste, Mendiola razonó: - No debemos salir nunca los tres juntos; ya que en caso de un desastre no quedaría nadie cualificado para continuar nuestra labor. El día que yo vuele con tu escuadrilla, descansas, y el día que lo haga con Mata, descansará él. - Mi teniente coronel -respondió Gómez-, me encuentro con una gran moral y le pido por favor que no me deje en tierra en un servicio de tanta responsabilidad. Se lo pido por favor. Accedió Mendiola y le dijo: - Bien: entonces mandarás tu escuadrilla e irás detrás de la 4ª. Ya me veía en tierra cuando accedió a la petición de Gómez, sabiendo que Mendiola también quería volar en este difícil y comprometido servicio. Viendo: que en sus planes admitía que volásemos los tres, le pregunté en qué patrulla volaría yo, a lo que me respondió: - Tú irás al frente de la formación de las dos escuadrillas, y yo iré de punto tuyo. - Pero, mi teniente coronel, ¿cómo voy a ir delante y usted detrás? - No tiene importancia alguna el lugar que ocupe. Lo interesante es que vayamos: es todo. No era esta la primera vez qué iría al frente de una formación de dos escuadrillas de bombardeo, escoltadas por 5 o 6 monoplanos de gran altura y llevando a nuestro jefe de grupo en el centro de la formación, mezclado con sargentos pilotos con muy pocas horas de servicio. Esta era una de las actitudes que más admirábamos de nuestro jefe de grupo. Despegamos con el alba y la formación no se agrupó del todo hasta llegar a Arenys de Mar, ya que la falta de luz y la poca práctica de volar en esas condiciones hizo que no nos agrupáramos con la rapidez de otras veces. Tal como estaba ordenado el servicio, nos internamos en el mar a una altura de 6000 metros hasta; Punta La Baña, y desde allí, con rumbo de 290º descendimos en dirección al objetivo para pasar sobre el mismo a 3500 metros (altímetro calado en Celrá) con el propósito de virar a la derecha y dirigirnos a nuestras líneas con 45º de rumbo y perdiendo altura para obtener mayor velocidad, ya que no contábamos con la protección de nuestra caza. El servicio se efectuó exactamente como se había previsto, y así realizamos el bombardeo. Tengo entendido que fue eficiente debido a la gran concentración de aviones que había. Sin embargo, y después de haber lanzado toda la carga de bombas, creo que no obramos acertadamente, aunque no me considero culpable y creo que actué lo más acertadamente posible, con arreglo a las circunstancias. Acabábamos de realizar el bombardeo cuando fuimos atacados por los Me-109, los cuales se presentaron por la parte de atrás de nuestra derecha, independientemente de la fuerte barrera antiaérea que nos formaron. El bombardeo lo realizamos en perfecta formación las dos escuadrillas. Salimos del objetivo virando hacia la derecha buscando la protección de las nubes que descendían por la parte montañosa, ya que el monte Caro estaba casi cubierto por completo. La 1ª escuadrilla no nos siguió por razones que ni yo ni los componentes de la misma que aún viven pueden determinar. Fueron derribados dos de sus aparatos: el del capitán Gómez, su jefe de escuadrilla y el del sargento Ricondo. De estas dos tripulaciones sólo se salvó, tirándose en paracaídas, el teniente Rafael Ballester, observador del jefe de escuadrilla. Leída la versión de Mata, jefe de la 4ª escuadrilla, continuaremos el relato de Ballester, cuando acababa de tomar tierra con su paracaídas encima de un montón de piedras. Ya se cumplieron mis vaticinios de que no volvería al aeródromo de donde había despegado, pero la verdad es que yo nunca pensé que iba a "cambiar de campo" de forma tan radical.Pensaba que por causa de impactos de los cazas o antiaérea nos viésemos obligados a tomar tierra en Reus o en algún otro campo parecido. Me desprendo del paracaídas que se quedó colgado del árbol donde
había caído y cruzo un camino que había a pocos metros de allí. Oí
el ruido de una motocicleta y me oculté: el
motociclista paró su moto, se apeó y examinó el paracaídas
colgado, pero no me vio y se marchó. Seguí campo adelante en
dirección al mar.
Debían ser las 8 de la mañana, aproximadamente.
Al poco rato de andar me entraron ganas de hacer mis necesidades
y me puse a hacerlas tranquilamente mientras fumaba un cigarrillo.
Según supe después por unos compañeros que estuvieron presos en
la cárcel de Porlier, un soldado que estaba de vigilancia en la
cárcel les contó que me vio mientras yo hacía mis
derribado, y para evitar que me lo quitasen, lo envolví en un
pañuelo.
Me levanté: sangraba profusamente por la herida entre ambas cejas
que me hice al saltar de la cabina de mi avión.
Saqué el pañuelo, sin acordarme del reloj, para secarme la sangre
y entonces se debió caer el reloj, pues ya no recuerdo más de
él.
El soldado, que dijo que estaba muy cerca de mí, es muy posible
que lo viese caer y optó por el reloj en vez del prisionero.
Yo iba medio inconsciente por, la herida y por el tremendo dolor
del brazo debido al fortísimo tirón que me dio el paracaídas por no
estar debidamente ajustado.
Mi pensamiento era ir hacia el mar y en un bote a remo dar la
vuelta al Delta del Ebro y pasarme a nuestra zona.
De repente me tropiezo con un campesino que estaba arando la
tierra: me ve, viene hacia mí y me pregunta si yo era uno de los
aviadores rojos que acababan de bombardear La Cenia.
Le contesto afirmativamente y me dice:
Venga usted a mi casa. Está sangrando mucho y le curaré.
Así lo hizo el buen hombre.
Además, su esposa me hizo unas sopas con un par de huevos dentro
que comí con gran apetito, así como también bebí un buen vaso de
vino. Hablamos y le digo la intención que tenía. Me contestó que consideraba irrealizable mi proyecto debido a la
gran vigilancia que había en toda esa parte de la costa. Además no
habían dejado ni un solo bote para poder pasar al otro
lado.
Sus argumentos y debido, además, a que no podía ya ni mover
siquiera el brazo izquierdo, me hicieron desistir de mis
propósitos.
Es muy posible que si hubiese tenido el paracaídas perfectamente
ajustado y con mi brazo en perfectas condiciones, no me hubiesen
convencido sus argumentos y habría decidido intentar el
salto al otro lado: lo más posible es que hubiese muerto
acribillado a tiros en alguna playa. El campesino era una excelente
persona.
Hablamos de todo. Me dijo que si me decidía a irme, él no diría
nada a nadie, pues con los republicanos las tierras eran suyas y
ahora era un asalariado.
Siguió aconsejándome para que me presentase ante la Guardia Civil
de San Jorge, pues en San Rafael, pueblo cercano, había moros y no
respondía de lo que pudiesen hacer.
Sin embargo, en San Jorge no había más fuerzas que el puesto de
la Guardia Civil al mando de un sargento que era muy buena persona.
Salimos de su casa hacia San Jorge y a eso de las doce y media
llegamos al cuartel de la Guardia Civil, donde me presentó al
sargento.
Éste, después de tomarme la filiación, llamó al médico para que
me hiciese un reconocimiento en el brazo. El médico me examinó y
dijo que no tenía ninguna rotura, sino una fuerte distensión
muscular y que al cabo de unos días desaparecería. Me recetó
unos calmantes.
El sargento de la Guardia Civil me llevó a unas tiendas donde me
proporcionaron unas alpargatas, pues las botas de vuelo estaban sin
suela. Al regreso me dijo que lo primero que haríamos
sería comer y que después llamaría a Vinaroz para que
viniesen por mí.
Yo no tenía apetito debido al buen desayuno que me había dado la
esposa del campesino, pero insistió, me llevó a su casa y en
compañía de su esposa comimos un estupendo cocido.
Mientras comíamos los tres sentados a la mesa me dijo que si me
preguntaban algo no dijese que me había dado de comer, pues ya sabe
usted cómo son, sobre todo los jefes: pueden pensar
que yo protejo a los republicanos y puedo tener líos.
Después de comer voy a sacar un cigarrillo del bolsillo y me doy
cuenta de que todavía llevó la pistola, y montada.
Pienso que si me registran y me la encuentran voy a meter en un
verdadero lío al sargento y se la entrego, advirtiéndole que estaba
cargada y montada.
Lo comprueba, la descarga, me dá las gracias y me dice:
- ¿Tendría usted inconveniente en que me quede con la pistola en
vez de entregarla y usted no diga nada de que llevaba armas?
Le contesté que prefería muy gustosamente que se quedase con ella
por lo muy correctamente que se había portado conmigo.
Me reitera las gracias y se la guarda. Llama al cuartel de la
Guardia Civil de Vinaroz delante de mí e informa que me he
presentado voluntariamente al cuartel.
Al rato llega un coche y, acompañado por el sargento, nos
dirigimos a Vinaroz, y me entrega a sus jefes.
Mientras uno de ellos me tomaba la filiación oigo que hablan los
jefes en voz alta y no bien de mi familia:
-¡Hijos de puta! ¡Cabrones! -son los mejores piropos con que me
obsequian.
De repente entra un grupo de alemanes y me ordenan que no
conteste a nada. Discuten: llaman por teléfono al general Kindelán,
jefe de la Aviación franquista, quien ordena que me entreguen
a los pilotos alemanes.
Me suben a otro automóvil y me llevan al aeródromo de La Cenia.
Durante el trayecto nadie dijo una sola palabra.
Llegamos al aeródromo y pasa el auto delante de una fila de
aviones. Me preguntan si los conozco.
-Sí; -les digo-, son Me-109 con hélice tripala de paso variable,
equipados con ametralladoras y un cañón en el buje de la hélice.
Tenemos muchos más de los que usted ve aquí. Aquellos otros
Messerschmit, más anticuados, van a ser substituidos todos por estos
más modernos.
Me llevan a la casa donde precisamente me incorporé yo a
Aviación. Allí había cuatro o cinco altos oficiales alemanes y,
según me informaron, uno de ellos era el jefe de la Legión Cóndor.
Me preguntaron si hablaba alemán y les respondí que no: lo que no
era cierto pues lo había estudiado cuatro años.
-¿Sabe usted algún otro idioma, además del español?
-El francés, -les contesté.
Seguidamente empieza el minucioso interrogatorio en alemán, que
yo entendía antes de que un intérprete me lo repitiese en español.
Fue un Currículum Vítae mío.
Todo lo que sabía o podía recordar: estudios, amigos, lugares de
residencia, etcétera, desde que tenía uso de razón. Llegamos al tema
de la Aviación.
Me preguntan cuándo me enteré de la orden del servicio que
acabábamos de realizar. Les respondí que este mismo día por la
mañana. Nosotros, me dicen, lo sabíamos desde hace dos días.
El E.M. de usted se lo comunicó a Mendiola personalmente:
Mendiola se lo comunicó a las escuadrillas ayer, y usted se ha
enterado esta mañana.
Es más continuó, el día . . . (no recuerdo la fecha) los mismos
aviones despegaron para bombardear nuestro aeródromo de la zona de
Fraga, donde se encontraban estos mismos
Messerschmit que usted ha visto aquí, pero antes de cruzar
la línea del frente se volvieron ustedes sin efectuar el bombardeo
porque había muchas nubes bajas, a pesar de que su parte
meteorológico les había informado que estaba despejado. -¿No
es cierto? -Yo les contestó que ese día no había volado y lo
ignoraba. La verdad era esa, que efectivamente no volé,
pero sí era cierto todo lo que los alemanes me dijeron.
Continuaron diciéndome:
-El día que nos trasladamos a este aeródromo de La Cenia, el
Puesto de Observación que tienen ustedes en... -me dijeron su nombre
pero no lo recuerdo- se lo comunicó a sus jefes y por
eso su E.M. ordenó el bombardeo. Los estábamos esperando,
pero lo cierto es que no creíamos que madrugasen tanto.
Por eso había aquí tres patrullas de Heinkel 111 que despegaron
antes de que llegasen ustedes.
-Vuélvase y mire en ese mapa si tenemos bien localizados todos
sus aeródromos- Me volví y, efectivamente, tenían bien ubicados
todos nuestros aeródromos.
También vi otros que ni siquiera conocía su existencia. Les dije
que, efectivamente, estaban bien localizados, pero que había muchos
aeródromos de los cuales ni siquiera conocía su existencia.
-Es natural -me dijeron-, muchos de ellos, son de emergencia y no
sirven para los Katiuska.
- Como ve -continuaron-, no nos interesa de su información más
que el aspecto personal suyo.
Yo les había dicho antes, cuando me preguntaron si Mendiola
volaba ese día, que no. Ellos me contestaron:
-Aunque no sepa usted que Mendiola volaba con ustedes, nosotros
sabemos perfectamente que unos aviones han salido de Figueras y
otros de Celrá: que en Bañolas se han unido al avión de Mendiola. Por cierto -continuaron- que la localización del
aeródromo de Figueras no era correcta, pero como ha podido
comprobarlo usted ahora, ya lo tenemos perfectamente
ubicado. No cometemos el error de bombardear dos veces un aeródromo por
otro. Miñana, a quien hacía pocos días le habían concedido la
Medalla del Valor, corría que se las pelaba. Yo iba detrás de él,
también corriendo, gritándole: -¡Miñana! ¡Miñana! -¿Qué pasa? -me dijo sin dejar de correr-.
-¡Que se te ha caído la Medalla del Valor! - Nos dio un ataque de
risa tan grande que tuvimos que pararnos.
Días más tarde bombardearon el aeródromo de verdad. Según rumores
que circularon por la escuadrilla parece ser que la información la
había proporcionado el jefe del Camión-Taller que e
staba allí, y que cuando fueron a detenerle y pidieron
información a Gómez, jefe de escuadrilla, éste, al igual que yo,
contestamos que no podíamos creerlo: que era un hombre cumplidor
en
extremo, hasta el punto de que el día que tomaron tierra dos
aviones con el tren plegado, uno lo enviaron a la fábrica, y al otro
lo reparó allí mismo, en el campo, trabajando día y noche, en
muy poco tiempo.
Ignoro el resultado del interrogatorio a que fue sometido este
excelente mecánico, pero a juzgar por lo que vi y me dijeron en La
Cenia, seguían disponiendo de un perfectísimo sistema de
espionaje.
Después vino el interrogatorio informal. Dijeron a los pilotos de
los Messers que podían preguntarme todo lo que quisieran.
Hablamos sobre la calidad y características de velocidad y
maniobrabilidad de los aviones que había en España. Fiat, Savoia,
Heinkel, Katiuska, Mosca, Messers . . .
Yo les daba mi sincera opinión.
En unas cosas estábamos de acuerdo y en otras, no. Era una
discusión amistosa defendiendo cada uno sus puntos de vista. Me
preguntaron si deseaba ser canjeado y les respondí
inmediatamente que SI, con énfasis. Me dijeron que se
alegraban mucho de ello y que verían el modo de que, el canje se
efectuase antes de fin de año para que tanto ellos, como yo
poderlo
pasar con las respectivas familias y compañeros.
Cené, y muy bien, con los pilotos de los Messers. La mayoría
hablaba español por haber estado en España antes de nuestra guerra,
clomo empleados en AEG, Siemens, Telefunken, etc.
También estaba con los alemanes un piloto español, de la misma
escuadrilla de Morato, natural de Sevilla y estudiante -lamento no
poder recordar su nombre-.
Entre salchichas de Frankfort y botellas de cerveza alemana
me dijeron que estaban muy enfadados con nosotros. Ante mi
interrogativa mirada, me respondieron:
-Porque el bombardeo que acabábamos de realizar estuvo muy mal
hecho. Todos los aviones, cómo yo había visto, habían quedado
intactos, pero que habíamos destruido su casa de niñas,
que estaba en el Castillo. Si hubiese sido al revés,
podríamos estar de descanso con las niñas hasta que les llegasen
otros aviones de Alemania. Que éramos muy malos compañeros: que
les
tenía que decir dónde teníamos situada nuestra "casa de
niñas" para bombardearla ellos, y fastidiarnos así igual que lo
habíamos hecho nosotros. Al decirles que nosotros no teníamos
ninguna
casa de niñas particular, me dijeron que eso era un
auténtico disparate, ya que de esa forma podríamos contraer
enfermedades que nos impedirían volar.
Que ellos tenían las niñas con exclusividad, controladas tanto
ellas como ellos por el médico de la escuadrilla para evitar
enfermedades venéreas.
Después de la cena, y en un automóvil DKW, el piloto español de
la escuadrilla de Morato me llevó a Zaragoza. Los dos íbamos en la
parte trasera y el chofer solo adelante.
Hablamos mucho.
De los italianos hablaba pestes: me ganaba en insultos. Lo mejor
que dijo de ellos fue que eran unos hijos de puta. También me dijo
que al final de la guerra tendríamos que luchar juntos para
echarlos a todos de España.
En cambio, cuando le dije que los alemanes eran iguales, me
respondió que no, que de ninguna manera, que eran totalmente
distintos.
Los alemanes eran unos perfectos caballeros y que les ayudaban en
la guerra sin más interés que el ideológico, pero que los italianos,
no.
Antes de llegar a Zaragoza me dijo: -Vamos a pasar por mi
escuadrilla-. Recorrimos el aeródromo y vi una larga, hilera de
Fiat. Después pasamos al pabellón donde dormían sus
compañeros.
A pesar de que eran las dos de la mañana los despertó a todos y
pasamos al bar. Tuve que beber una copa por invitación de cada uno
de los pilotos, así que acabamos medio trompas.
Me dijeron que iban a tratar de que estuviese con ellos en la
escuadrilla hasta que llegase mi canje, aunque dudaban que pudiesen
conseguirlo porque sus jefes eran unos marranos.
Llevaban ya mucho tiempo tratando de hacer igual que hacíamos
nosotros con los aviadores nacionalistas que caían en la zona
republicana. Se extrañaron mucho de que Rómulo Negrín y
Redondo, hijo del alcalde de Madrid, estuviesen volando en
el frente. Comentamos el episodio de cuando derribaron a Redondo y
éste les saludó con el puño cerrado en alto mientras que su
derribador, el capitán Angel Salas, le saludaba con el brazo
extendido mientras protegía su caída. También me dijeron que Morato
había ordenado que se protegiese contra los italianos a los
aviadores que caían en paracaídas, pues él vivía gracias a
que un aviador republicano lo protegió, cuando descendía en
paracaídas, del ataque de otro caza italiano.
Verdad o no, así me lo contaron.
Continuamos el viaje hasta Zaragoza donde el piloto español me
entregó a las Fuerzas del Aire. Allí otro médico volvió a
reconocerme el brazo, pues seguía con fuertes dolores y apenas
podía moverlo.
Se trataba de una distensión muscular, como ya me lo habían
dicho, que se curaría en unos días, como así fue.
En Zaragoza el teniente Castillo, juez instructor, me hizo el
interrogatorio: repetición de mi vida desde que tenía uso de razón.
Estuve en Zaragoza dos o tres días. Un día me visitó, para ver si
me conocía, un piloto que se había pasado hacía poco tiempo.
Se llamaba Carrasco y era el piloto del coronel don Antonio
Camacho. Me dijo que se había pasado a la zona nacional porque no le
gustaba el régimen implantado en la zona de la República.
Que se había pasado solo pues no quiso hacerle una faena a su
jefe, llevándolo a la zona nacional, pues era, buena persona.
En Zaragoza, como en La Cenia, me preguntaron si deseaba ser
canjeado, para, en caso afirmativo, comunicarlo a nuestras
autoridades a través del Aero Club francés y la Cruz Roja.
Dije un SI muy grande.
Me advirtieron que si era canjeado y volvían a cogerme prisionero
sería fusilado, pues ya no tendría excusa.
Esta conversación fue motivada porque el teniente Castillo, de
palabra muy florida, me preguntó cómo era posible que una persona
culta, inteligente y muchas más lindezas, como yo,
no me había pasado a la zona nacional.
Le contesté que ni siquiera se me había ocurrido pensarlo. Dio
media vuelta y me dijo:
-"Escriba una Carta a su familia y démela".
Así lo hice. En la carta decía a mi familia que se comunicase con
mi escuadrilla y con nuestras Fuerzas Aéreas y que solicitasen mi
canje.
En un automóvil que iba camino de Salamanca con un capitán de
Aviación de la Escala de Tierra y su chofer,` un sargento de
Aviación me llevó a Prisiones Militares de dicha ciudad.
Comimos los cuatro en Pancorbo y en Burgos tomamos café.
Había nieve y yo no tenía mucho calor. El chofer, que era de las
Islas Canarias, me prestó su abrigo. Creo que entonces el que pasaba
frío era él.
El sargento de aviación me entregó en las Prisiones Militares de
Salamanca y el director, previa toma de filiación, me pasa a la sala
donde estaban los aviadores, republicanos.
Estaban en la cama medio dormidos y saludo:
-¡Buenas noches, muchachos!
Al oír mi voz, exclama sorprendido Pazos:
¿Y tú qué haces aquí? -Lo mismo que tú-, le contesto.
-Cojones! ¿Siempre tienen que venir donde estoy yo! Me vas
siguiendo por todos los sitios.
Preguntas, más preguntas y contestaciones: en fin, toda la noche
sin apenas dormir. Ya soy un aviador rojo. Hablamos del canje. Todos lo han solicitado y unos esperan salir
de un momento a otro: Se acerca la Nochebuena y están preparando una celebración
extraordinaria. En una habitación, aparte teníamos limas, pelos de sierra,
escofinas, escoplos, infiernillo de gasolina, sosa para cocer los
cuernos, y "la máquina infernal", una sierra circular de
construcción casera que por medio de una manivela, correas y poleas
hacíamos girar por turnos para poder hacer las púas de los peines.
Con los pitones de los cuernos hacíamos Katiuskas y
Moscas, que también los vendíamos a 25, 30 o 40 pesetas cada uno,
según resultaban. Trabajábamos para obtener dinero, pero una vez conseguido lo
suficiente para comprar tabaco, alguna botella de coñac, algo de
comida extra y las cosas de aseo necesarias, nos dedicábamos a gastarlo,sin trabajar. Por regla general,
trabajábamos haciendo peines: unos ocho o diez días al mes, pues
tampoco pretendíamos establecer una industria de peines. Recibimos una carta de San Sebastián en la que nos
encargaban les suministrásemos no sé cuantos miles de peines a razón
de más de mil mensuales. No aceptamos. En Prisiones Militares de Salamanca la mayoría de los que había
eran suboficiales del ejército nacional: legionarios, moros, etc.
presos por robar, faltar a las guardias, violaciones: en fin;
gente indeseable.
También estaban allí dos falangistas condenados a muerte,
seguidores de Hedilla: uno llamado Daniel López, gran muchacho, y el
otro, cuyo nombre no recuerdo, era el lugarteniente de
Hedilla, ambos jefes de Falange. Como nosotros, tenían
habitaciones separadas del resto de los presos.
También había un alemán de las Brigadas Internacionales que
apenas hablaba con nadie; sólo de cuando en cuando con nosotros que
le dábamos tabaco; bastante mayor y que, según decía,
había recorrido casi toda Europa huyendo de Hitler.
También estaba un comisario político, sevillano, que mi maldita
memoria no consigue recordar su nombre y que era precisamente el
jefe de nuestro taller o fábrica de peines:
Buen elemento. Creo que, al igual que el alemán, estaban en
Prisiones Militares en vez del campo de concentración en que estaban
los demás prisioneros por considerarlos más peligrosos;
para los nacionales se entiende.
Llega la Nochebuena: preparamos nuestra mesa para la cena con
aperitivos con nombres adecuados a nuestra situación.
Confeccionamos nuestro "menú": pusimos tarjetas con títulos
nobiliarios en los sitios de cada uno. A eso de las seis y media de
la tarde entra el vigilante de la prisión con varios paquetes
para
los aviadores rojos:
Nos los entrega y vuelve a aparecer con paquetes, más paquetes y
cestas para los aviadores rojos... ¿Quién o quiénes los envían?
-preguntamos-. Nadie nos da ningún nombre.
Nunca sabremos quién envió aquellos obsequios que nos hicieron
llorar de emoción y que aún hoy se me saltan las lágrimas al
recordarlo.
De los obsequios recibidos sólo sabemos el que nos envió una
chica llamada Elena Vicente y sus hermanas y madre; que nos lavaban
la ropa desinteresadamente: nos daban conversación ,
cuando se podía, a través de una ventana: nos repetían el
parte de guerra de la República. También nos informaron que los
nacionales habían fusilado a su padre enfermo y a su hermano
por
ser de la UGT.
Con uno de los paquetes llega el director de la prisión y nos
dice:
-Tengan ustedes. Estoy viendo que hay más rojos en Salamanca que
en la zona de ustedes- ¡Quizás no se equivocase! Lo mismo se repitió
el día final del año.
Salieron canjeados unos cuantos antes de finalizar el año y se
incorporó a nuestras filas Gallardo. Quedamos allí Pazos, Gallardo,
Saturnino R. de Momblona y Tundidor, piloto que volando
una avioneta, porque no servía para otra cosa, tomó tierra
en zona nacional porque al ver a unos soldados con boinas rojas
pensó, según dijo, que eran Internacionales.
Este mismo piloto fue el causante de que estuviese en la cárcel
el piloto de otra avioneta que iba junto a él, y que era de
Salamanca, al informar su filiación política.
Como en muy pocos días se habían marchado casi todos, solicitamos
permiso para escribir una carta a Mendiola, carta que en mal momento
firmamos todos, como más delante se verá por
sus resultados.
No recuerdo las palabras exactas que le dije -la carta la escribí
yo- pero el caso es que decía, más o menos: "para volver a estar con
nuestros compañeros"-.
Un día se presentó el teniente Castillo diciéndonos que hacía
varios días que se había recibido la contestación de Mendiola, pero
que había estado dudando si sería conveniente entregárnosla
o no.
Que había leído, naturalmente, la carta que nosotros le habíamos
enviado y que no comprendía la actitud ni la contestación de nuestro
jefe. La carta que nos entregó, y que supongo la
conservará Plácido Pazos todavía, decía, después de
comunicarnos su alegría al tener noticias nuestras, lo siguiente:
-No esperaba menos de tan buenos camaradas que viendo su patria
ultrajada por la invasión extranjera, piden volver con sus
compañeros para seguir luchando hasta el exterminio del
fascismo
en España.
El resultado final fue una mayor condena "por observar una
conducta de perfecto marxista durante su estancia en Prisiones
Militares de Salamanca" Copia de mi sentencia a veinte años y un
día
después de la petición de pena de muerte.
Hubiésemos preferido una carta menos exaltada y una acción más
eficaz para conseguir canje.
Cuando los nacionales se acercaron a Barcelona leímos en la
prensa de Salamanca que 75 aviadores nacionales que los rojos tenían
prisioneros en el Castillo de Montjuich habían cruzado ya
la frontera y se había hecho cargo de ellos al Aero Club
francés. Nuestras esperanzas de canje se disiparon. A1 teniente
Castillo le preguntábamos por las gestiones de canje y nos decía
que
los rojos pedían siete aviadores por cada uno de
los nacionales.
Yo le contesté que sería exactamente al revés, ya que ¿cómo van a
pedir si sólo quedamos aquí cuatro? No supo qué responder por que
era la realidad.
Parece ser que a nuestros jefes también les importaba un comino
nuestro destino. En el año 1944 salí de la cárcel. Había entrado en
ella con 22 años recién cumplidos. realidad se ubicó en el termino municipal de Cassà, (ambos
pueblos son vecinos y "rivales") el aeródromo en si apenas quedan
restos.
Situado en terrenos de una masía que en la actualidad aun existe
(Can Torramansa). Aeródromo eventual iba a "medias" con el de
Vidreras, también eventual y de ese queda alguna cosa más
como restos de trincheras y algún refugio. M Un aeropuerto clave en
la defensa de Valencia. además, de apoyo a las columnas de milicianos que
actuaron en Teruel. El fracaso del golpe de estado en Valencia supuso que
el aeropuerto de Manises quedara en poder del gobierno de la
República. La rápida intervención de las fuerzas fieles al
gobierno evitaron que los afectos al régimen pudieran huir
con alguno de los aviones que estaban aparcados en las explanadas de
la instalación. Y más, incautar todos los aviones propiedad
de particulares en las instalaciones del Aeroclub de
Valencia. Desde los primeros días del conflicto la actividad
aérea de Manises, a consecuencia de la proximidad de los primeros
enfrentamientos bélicos, fue muy intensa. Entre el 19 y el 21 de julio los Vickers
Vildebeest de Manises realizaron misión de reconocimiento sobre
la comarca del Alto Palancia y Teruel. La primera intervención de combate llegó pronto, el
día 23, un Vickers pilotado por el alférez Bous y el sargento Gómez
bombardearon Teruel por primera vez arrojando seis bombas sobre
la ciudad y atacando otros puntos del frente.
Durante los siguientes días nuevas misiones bombardearon Puerto
Escandón y repetidamente, Teruel, donde el día 30 cayeron 8
bombas. La cercanía y operatividad de Manises provocó que su
guarnición fuese reforzada, y a primeros de agosto llegaron aparatos
Breguet XIX procedentes de la escuela de vuelo de Los
Alcázares (Murcia). Con los nuevos efectivos creció la presión aérea sobre
Teruel, complementada con ataques a Puerto Escandón, Sarrión y
Puebla de Valverde. La proximidad con el frente y que los sublevados
conocían la posición exacta de Manises fue la causa de que el
gobierno de la República decidiese en primer lugar, buscar ubicación
para un nuevo aeródromo destinado a garantizar la defensa
de la ciudad de Valencia, aminorar la presión del enemigo sobre
Manises y reducir el intenso tráfico aéreo que soportaba. Chiva fue el lugar elegido para este nuevo
campo, que recibió el nombre de La Senyera. Por otro lado la creación de una red de nuevos
aeródromos alrededor del frente de Teruel que garantizasen los
movimientos y la estrategia para los nuevos aviones que llegaron de
Rusia para reforzar las Fuerzas Aéreas de la República
Española (FARE). La aviación fue clave en el resultado del conflicto
bélico español. El terror llegaba desde el aire, algo nunca
experimentado con tal intensidad hasta entonces por los soldados y
la población civil. La supremacía aérea de la República al principio
de la guerra detuvo el avance de los sublevados. Posteriormente el
poder en el aire de los golpistas decantó la victoria de su
lado. El Aeroclub de Valencia fue el promotor de la
construcción del aeropuerto de Manises, que entró en servicio el 16
de noviembre de 1932, aunque la inauguración oficial no llegó hasta
marzo de 1933. La compañía Líneas Aeropostales Españolas (LAPE)
comenzó a utilizar sus servicios el 1 de septiembre de 1934 poniendo
en funcionamiento la línea Madrid-Valencia y posteriormente
enlaces a Barcelona y Palma de Mallorca. En julio de 1936 tenía unas dimensiones de 2.000x1600
metros y una pista asfaltada de 900 metros de longitud en dirección
este oeste, adecuada para todo tipo de aviones. Disponía de balizas de iluminación y faro de
aterrizaje fijo en el centro del campo para facilitar el aterrizaje
nocturno. Además de la pista el complejo aéreo disponía de
numerosas instalaciones: Pabellones de Servicios Generales, oficinas
y dormitorios con clínicas. Radio y central eléctrica, dos
barracones para tropa, comedor y cantina. Cobertizo metálico para aeronaves, polvorín y depósito
de combustible subterráneo con salida a pista mediante bombas
eléctricas. Más tarde construyeron un refugio subterráneo para 200
personas. Disponía también de teléfonos, teletipo, agua
corriente y energía eléctrica. Más tarde llegaron los Breguet XIX, Hispano Nieuport
52 y los Potez 54 y Bloch MB20 franceses de la Escuadrilla
España. Entre 1936-37 fue sede de la 2ª escuadrilla de defensa
de costas y de 1937-39 del Grupo 72 de polimotores. Entre enero y
julio de 1938 acogió la 2ª, 3ª y 4ª escuadrilla del Grupo 30
de Natachas y la 3ª y 4ª escuadrilla de Chatos del
Grupo 26. Durante la Guerra Civil, en Godella, estuvo
funcionando la Escuela de Mecánicos de Aviación, que formó a
numerosos profesionales que prestaron servicio en los 48 aeródromos
que se construyeron en las provincias de Alicante,
Castellón y Valencia entre los años 1936 y 1938 y en los del resto
de España. Levante-EMV Vista la situación, el gobierno de la República
realizó un esfuerzo notable en la construcción de nuevas pistas en
las poblaciones de Alicante, Castellón y Valencia, ante la
importancia que tomó el arma de aviación a medida que avanzó el conflicto
bélico. y despegue de los aviones. El ritmo de construcción fue muy elevado. En un año
entraron en servicio 28. Los 19 restantes se construyeron entre
mediados de 1937 y finales de 1938. 6 cabos y 50 soldados. Semipermanentes, con un sargento, 2 cabos y 20
soldados, eventuales, con 1 cabo y 4 soldados y de socorro, con un
guarda. Además construyeron pistas que no llegaron a funcionar
nunca para engañar al enemigo. Valencia pertenecía a la 2ª Escuadra, con sede en la
base de Tablada en Sevilla que fue trasladada a Los Alcázares en
Murcia, al caer esta en manos de los sublevados durante el golpe
de estado. Posteriormente pasó a formar parte de la 2ª Región
Aérea de la que dependían las actuaciones en los combates en
Andalucía y Teruel. En la reorganización del 15 de enero de 1937 se creó
la 3ª Región Aérea que comprendía las tres provincias del Levante y
la zona sur de Teruel. Tenía como responsable al
comandante Antonio Martín Luna. y parte de la de Cuenca. Cuatro aeródromos de Valencia, Jarafuel, Camporrobles,
Requena y Utiel pasaron a depender directamente de la base aérea de
Los Llanos (Albacete), sede del Estado Mayor de la Aviación Militar Republicana. En 1938 se incorporaron aeródromos de nueva
construcción y en primavera se reorganizaron los sectores 3º y 4º.
Es mismo verano, tras la caída de Castellón la Región Aérea se
reorganizó en dos sectores con cabecera en La Rabasa y
Manises hasta el final de la guerra. De esa forma La Rabasa, cabecera del primer sector fue
AZ-5. En ese mismo sector Pobla del Duc fue AZ-8, Santa Pola AZ-6 y
Fontanars AZ-9. En el segundo sector La Señera recibió el código AX-4,
Villar del Arzobispo AX-3 y Sagunt AX-11. 17 aeródromos en activo Fontanars, Jarafuel, Lliria, Manises, Montroi,
Pobla del Duc, Requena, Sagunt, Sinarcas, Utiel, Villar del
Arzobispo, La Yesa. De otros 6: Alberic, Chelva, Chulilla, Xàtiva,
Moncada y Torrent, no existe documentación, aunque aparecen
citados en los documentos de guerra. los bombardeos que los sublevados lanzaban desde
Mallorca. Al comienzo del conflicto soportan el despliegue de
las misiones en el frente de Teruel, posteriormente la batalla de la
citada ciudad y la defensa de Castellón y Valencia volvieron a
requerir del uso de las pistas valencianas. Hasta el final
de la Batalla del Ebro que pasaron a cumplir misiones de defensa de
costas de los puertos de Valencia y Alicante y contra los cada vez
más frecuentes bombardeos de las ciudades costeras. En el frente se agrupaban en 3 líneas. En la primera
estaban las instalaciones ocupadas por la aviación de caza,
preferentemente Polikarpov I-16 Mosca e I-15 Chato. En la
segunda, más alejada de los combates, estaban los aviones
de cooperación y escolta Polikarpov RZ Natacha, Polikarpov RZ5
Rasante e I-15 Chato. Más lejos del frente actuaban los
bombardeos Tupolev SB2 Katiuska. N O Se trataba de una pequeña pista de tierra utilizada
diariamente por los aviones de la fábrica SAF-15, sita en Rabasa, en
sus vuelos de pruebas. P Polikarpov I-16 Mosca, amb matrícula CM 225 que s’estigué a
Pacs Comandaments de l’aviació republicana a Pacs durant la
batalla de l’Ebre. D’esquerra a dreta: Josep Puig, cap de la 7ª
esquadrilla del Grup 21 Mosques; Isidoro Giménez, cap de l’Esquadra 11 de Caça; Antonio
Nieto Sandoval Díaz, cap de la 3ª esquadrilla del Grup 26 Xatos; i
Jaume Buyé Berni, cap d’estat major d’aquesta darrera unitat (ADAR). Croquis de l’aeròdrom de Pacs-Vilobí (ETRP - AHEA). Refugio elemental (Núria
Galtés)
Refugio elemental (Núria Galtés) aprovechando una pequeña zona llana entre el antiguo
sanatorio de tuberculosos* y el rio Cinca , para conseguir más
espacio se pretendía ganar terreno mediante el relleno de
tierras y la plantación de estacas en el fondo del embalse que
allí existe. Por su parte los franquistas desde que tuvieron
noticias de su construcción lo convirtieron en un objetivo más de
los bombardeos. Escolapios de Barcelona. Fecha de creación: 1937.
El Aeródromo Militar de Pollensa fué creado en el año 1937. La actividad de hidroaviones en Baleares se remonta a 1921, época
en que las compañías civiles empleaban el puerto de Palma de
Mallorca, la bahía de Alcudia y, muy probablemente, la bahía de Pollensa. Hacía el mes de junio de 1936, llegan varios Dornier-Wall y se
establecen en la Bahía de Pollensa, siendo ésta la primera vez que
la aviación militar emplea esta bahía como base de hidros. El 25 de noviembre de ese mismo año, el comandante D. Ramón
Franco Bahamonde, al frente de una comisión, visita las bahías de
Alcudia y de Pollensa para fijar el definitivo
emplazamiento de la base de hidros, decidiéndose por esta última porque
presentaba mejores condiciones para la defensa contra un ataque por
mar. A principios de 1937, se inician las obras para la instalación de
la base de hidros de Pollensa. En enero del citado año, la Aviación Italiana hizo entrega a la
Aviación Nacional de dos Cant-Z-501 con los que se formó el Grupo de
Hidros G-62, llegando éste a tener diez aviones del mismo tipo agrupados en dos escuadrillas. Los dos primeros accidentes con víctimas mortales, el del
teniente Trenor y el del teniente de navío Ruiz de la Puerta, se
produjeron en aquella época. Desde principios de 1937 hasta mediados de la década de los 40,
se observó una fase de potenciación que finalizó a principios de los
50. A primeros de 1954 llegan a Pollensa los Grumman SA-16 que
constituirían la 50 Escuadrilla de Salvamento. Más tarde, en 1958,
llegan los primeros cuatro Dornier 24, con los que se
forma la 58 Escuadrilla de Salvamento. A partir del inicio de la década de los 60 comienza un nuevo
período, coincidente con la marcha a Palma de Mallorca de los
Grumman SA-16, lo cual conduce a la reclasificación de la
base de hidros de Pollensa en Aeródromo Militar en 1967. En 1972 se crea la Zona Residencial de Pollensa, enclavada en las
instalaciones del Aeródromo Militar, que desde entonces y hasta la
fecha cumple funciones de acción social. Esta Unidad es también una de las bases de despliegue de los
aviones CL-215 CANADAIR del 43 Grupo de Fuerzas Aéreas durante la
campaña de extinción de incendios. El día 3 de octubre de 2005, visita oficialmente esta Unidad el
Excmo. Sr. General del Aire D. Francisco José García de la Vega,
Jefe de Estado Mayor del Ejército del Aire. El día 15 de Abril de 2009 el Príncipe de Asturias se desplaza
hasta el Acuartelamiento Aéreo de Pollensa, donde presencia un
ejercicio de supervivencia en el mar denominado SURMAR. |
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